Cuando se siente el llamado y se sale a los caminos del mundo en la búsqueda, es esa llama de necesidad encendida en nuestro centro la que susurrará a nuestro oído si lo que nos sale al encuentro es realmente el objeto de nuestra búsqueda, o sólo es un engaño.
A veces no empezamos la búsqueda desde la mejor posición, o con obvia desventaja. Buscamos y buscamos por caminos abruptos, removiendo las basuras buscando algo de alimento que nos mantenga en pie, con el consecuente riesgo de que lo que encontramos nos siente realmente mal y nos deje incapacitados por algún tiempo.
Pero aún así, lo que no nos mata nos hace más fuertes, y algo más sabios, nos volvemos a levantar y seguimos con lo nuestro, porque pocas cosas se pueden comparar con la fuerza de ese llamado.
Engaños hay muchos, propios y ajenos... pero tal vez el que más rabia me da es el de esos sujetos que se plantan enmedio del camino de uno, con un cartel que dice algo así como "ESTO ES TODO, NO HAY MÁS".
Es un muro ilusorio levantado por aquellos que no tuvieron lo que tenían que tener para seguir avanzando. A éstos no les queda más opción que mendigar la aprobación, si se puede incluso la admiración, de los que van llegando hasta ese punto. Mendigan, aunque sea bajo una apariencia orgullosa, paternal, resabida... y esperan convencer al caminante de que no avance, porque los dejaría en evidencia.
Y es muy diferente cuando encuentras a alguien que se quedó en cierto punto por decisión propia. Éstos dicen algo así como "Yo no llegué a verlo, pero creo que por allá encontrarás a alguien que sabe más y te puede ayudar". Sonreiran, darán ánimos, y nos desearán suerte; porque el quedarse allí fue fruto de su voluntad, no de su incapacidad.
A medida que el tiempo, y uno va encontrando los retazos, las huellas de lo que va buscando, también se da cuenta de que muchas veces las cosas no son precisamente como las imaginaba, pero, sin embargo, la llama que nos lanzó a la búsqueda no pierde la capacidad de reconocer lo que es y lo que no es. Podemos mentirnos a nosotros mismos, y otros pueden tomarnos el pelo, pero ella sabe y se apresta a guiarnos, a corregir nuestro rumbo, a darnos ánimo... auqnue en ocasiones tengamos que adentrarnos en la noche más oscura para atender a su resplandor.
De modo que, además de la habitual corte de charlatanes, vendecursos, buscadores frustrados y demás criaturas deleznables, uno llega a encontrarse aquellas personas que saben de la vida, de lo que la vida es... y lo que menos nos importa en ese momento es la tradición a la que pertenecen, en virtud de la autenticidad correspondida.
Y así uno se aleja del vertedero, se aleja también de las peleas con las ratas, de las emociones que agita el ver burlado aquello que uno respeta y la impotencia de no poder detener, por más que uno haga, todo cuanto en justicia esta mal...
Y se adentra casi sin darse cuenta en un bosque antiguo, de árboles gigantes, como un mundo a parte infiltrado en él corazón de la cotidianidad. Anda ligero como un venado a abrevarse al claro y fresco arroyo que por allí discurre, y calma su sed sin tener que temer la flecha del cazador, o el veneno en las aguas. Y puede luego acurrucarse y dormir, bajo el cielo estrellado y mecerse en la calidez del propio aliento, en calma. Y sabe que, aunque tal vez esté de paso en aquella bendita tierra, la promesa del camino no es una falsa promesa.
jueves, 13 de marzo de 2008
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