lunes, 31 de enero de 2011

Despertar


Imbolg 2011, Vaelia Bjalfi


De vez en cuando algún detalle nos indica si estamos en el camino correcto o si nos hemos extraviado. Nada tiene que ver que estemos pasando una época buena o mala; la alegría sabe volver cuando estamos dispuestos a dejarla ir y la tristeza, despojada de su carga de amargura, se vuelve amiga. Incluso en una sucesión de esos días en los que nuestro interior parece albergar el origen y el fin de varios universos, puede sonreírnos el destello cómplice.

Hay un largo camino que discurre entre las sombras en el que, aún cerrados, nuestros ojos ven más de lo que quisieran ver. Un túnel de zarzas que nos arranca la vieja piel. Un sendero que sólo una parte de nosotros conoce: Avanza confiada, tirando del resto de nuestro ser con una mano, guardando celosamente un puñado de semillas en la otra. Tal como éstas crezcan, nosotros lo haremos. Tal como las hayamos seleccionado, tal como sepamos cuidar de ellas, tal como se desarrollen, así será nuestro destino.

Del mismo modo que poco podemos llevar con nosotros al morir, cada renacer debemos estar dispuestos a dejar ir muchas cosas. Nuestra propia naturaleza nos desnuda de lo sobrante, nos devuelve a la vigilia más limpios y ligeros, más cercanos a lo que somos; A lo que, por momentos, deseamos y tememos ser. Enciende una luz algo salvaje en nuestros ojos, un brillo que es nuevo y es viejo al mismo tiempo, y deberemos procurar no empañar de nuevo.

Despertamos con el recuerdo de un hermoso sueño; pero al mirar distraídamente por la ventanacomprendemos no sólo que es real, sino que nada ni nadie nos lo va a poder arrebatar, porque ya es parte de nosotros. Ya sólo depende de nosotros.

Muchas cosas nos parecen imposibles, hasta que se realizan.

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