What if you slept?
And what if, in you sleep, you dreamed?
And what if, in your dream, you went to Heaven
and there plucked a rare and beautiful flower?
And what if, when you awoke, you had the flower in your hand?
Ah, what then?
Samuel Taylor Coleridge
A mediados de enero se asomaban ya, las incautas flores del almendro.
Deambulando en un sueño que se prolonga más allá del despertar, las vi, asombrada, abriendo sus pétalos blancos y rosados entre las ramas oscuras, como si un enjambre de delicadas criaturas desperezara sus alas, tras un letargo que pareciera interminable, ensayando impacientes el movimiento, antes de emprender el vuelo...
A mediados de enero todo parecía ya preparado para la nueva primavera, y de las hojas muertas del otoño quedaba poco más que montones de polvo abandonados al olvido bajo la sombra de jóvenes tallos, de nacientes yemas, del revolotear de las mariposas, semejante al baile caprichoso de los lazos coloridos en la cola de una cometa.
Pueden hacerlo, aquí, en una tierra en la que la garra de las heladas de febrero no acecha. "Es el mismo clima, son diferentes los tiempos", cubierta por la fiebre, como si de una ligera capa de rocío se tratara, camino y observo, sintiendo el incómodo crujir de los ajustes de mi cuerpo.
Camino y permanezco atenta, cuando la ciudad que late bajo mis pies guía mis pasos abriéndome sus brazos en la soledad, susurrándome mil y una cosas que quedan por aprender acerca de este teritorio. Camino y permanezco en silencio, memorizando las lecciones; mientras siento vibrar la llamada de todo lo vivo a mi alrededor como un reclamo al despertar, con trazos de arena de colores las palabras se esbozan en mi interior, perdiéndose con el menor soplo de brisa, y volviéndose a trazar sin llegar a alcanzar una forma definitiva.
Como en un laberinto de espejos, muchos yoes se encuentran y se cruzan; el que acaba de abrir los ojos a un nuevo mundo, el que lleva en la sangre el ritmo de otra tierra, el que carga el pesado fajo de todo lo que otros esperaban de él, el que era incapaz de hacer nada que no quisiera hacer, el que se sentía viejo y cansado, el que siempre joven se maravillaba a cada instante... y entre tanto ir y venir me siento navegando de nuevo en un mar de posibilidades infinitas del que debo despedirme, una vez más, para despertar en la realización.
En una tierra en la que el sueño del invierno debe ser forzosamente ligero, a penas más largo que cualquier otro, he descendido en espiral hacia un centro ignoto, encontrando dispersas en la oscuridad alguna suerte de piedras mágicas, como fragmentos desprendridos alguna estrella resquebrajada, que aún brillan como en el día de su nacimiento. Con ellos he iluminado las húmedas paredes de las cuevas horadadas en mi ser, reencontrando los trazos de sus primeros moradores; y su alma a través de ellos. He recordado historias, que hoy puedo concluir, al fin, para emerger bajo el cielo azul, más ligera.
He dormido más de lo que debería estar permitido, porque a mi alrededor la primavera resuena con la potencia - y la impaciencia - de un poderoso cuerno de caza. Y he dejado media piel en el viaje de regreso, pero traigo conmigo tesoros que habrán de acompañarme, y serme útiles en una prolongada vigilia.
Camino y permanezco atenta, cuando la ciudad que late bajo mis pies guía mis pasos abriéndome sus brazos en la soledad, susurrándome mil y una cosas que quedan por aprender acerca de este teritorio. Camino y permanezco en silencio, memorizando las lecciones; mientras siento vibrar la llamada de todo lo vivo a mi alrededor como un reclamo al despertar, con trazos de arena de colores las palabras se esbozan en mi interior, perdiéndose con el menor soplo de brisa, y volviéndose a trazar sin llegar a alcanzar una forma definitiva.
Como en un laberinto de espejos, muchos yoes se encuentran y se cruzan; el que acaba de abrir los ojos a un nuevo mundo, el que lleva en la sangre el ritmo de otra tierra, el que carga el pesado fajo de todo lo que otros esperaban de él, el que era incapaz de hacer nada que no quisiera hacer, el que se sentía viejo y cansado, el que siempre joven se maravillaba a cada instante... y entre tanto ir y venir me siento navegando de nuevo en un mar de posibilidades infinitas del que debo despedirme, una vez más, para despertar en la realización.
En una tierra en la que el sueño del invierno debe ser forzosamente ligero, a penas más largo que cualquier otro, he descendido en espiral hacia un centro ignoto, encontrando dispersas en la oscuridad alguna suerte de piedras mágicas, como fragmentos desprendridos alguna estrella resquebrajada, que aún brillan como en el día de su nacimiento. Con ellos he iluminado las húmedas paredes de las cuevas horadadas en mi ser, reencontrando los trazos de sus primeros moradores; y su alma a través de ellos. He recordado historias, que hoy puedo concluir, al fin, para emerger bajo el cielo azul, más ligera.
He dormido más de lo que debería estar permitido, porque a mi alrededor la primavera resuena con la potencia - y la impaciencia - de un poderoso cuerno de caza. Y he dejado media piel en el viaje de regreso, pero traigo conmigo tesoros que habrán de acompañarme, y serme útiles en una prolongada vigilia.
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