Brote del labio lo que el pecho siente; 
Rompa su cárcel el interno fuego 
Que nutrí con amor por tantos días, 
Y devorando hasta el postrer rastrojo
Del seco campo de mi amor perdido, 
Inflame el pensamiento 
Con nueva luz, de dichas precursora, 
Y el mundo del espíritu convierta 
En realidad radiante de hermosura. 
*
¡Cuánto tiempo pasó, sin que lograsen 
En el centro del alma resonancia 
Los himnos del placer y de la vida! 
Y en la región de sombras encantadas 
Y de flotantes sueños y quimeras, 
¡Cuánta niebla veló la alzada cumbre! 
¡Qué brava tempestad tronchó las flores! 
¡Cómo enturbiaba su caudal el río! 
*
Hoy siento que la vida 
Llama a mis puertas en alegre coro; 
Hoy reverdece mi esperanza muerta, 
Hoy se agolpa en tropel mi hirviente sangre 
Por un filtro genial vigorizada; 
Hoy tienen para mí caricias nuevas 
Las fuentes y las auras y las flores; 
Hoy despierta mi espíritu abatido, 
Más fuerte tras el duelo y la derrota, 
Como retoña secular encina, 
Cobrando esfuerzo doble 
Del hierro mismo que mutila el tronco. 
(...)
Marcelino Menéndez y Pelayo, 1882
Marcelino Menéndez y Pelayo, 1882

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