lunes, 25 de abril de 2011

Breves


Mariposas diurnas (2006), Caroline de Vanssay


Hace semanas que llegó la primavera. Su fragancia danza en los rayos de luz que veo derramarse sobre el verdor de las hojas, de una rama a otra, resbalando por el gris de los muros de piedra, y sonriendo en los charcos de la fuente. Durante largos paseos hacia el trabajo, durante muchos otros momentos mínimos robados al tiempo, converso íntimamente con ella. Con la ligereza de mariposas o colibríes revolotea entonces a mi alrededor un enjambre de ideas y sensaciones que se resiste a ser atrapado en las redes de la tipografía. "Te escribiré aunque sea una línea al día", dije a alguien a quien debía un largo correo desde hacía ya demasiado tiempo.

A menudo sentimos la necesidad de crear las condiciones perfectas para realizar alguna actividad, especialmente si nos gusta y es importante para nosotros. Queremos el tiempo, el lugar, la disposición de ánimo, más adecuados a nuestro propósito. Nos decimos, y decimos a otros, "si lo hago, quiero hacerlo bien". Pero lo cierto es que, de seguir por este camino, es muy posible que terminemos por no hacer nada. Que la perfección no llegue nunca, del mismo modo que no habita allí donde la vamos a buscar.

Desde el amanecer hasta la madrugada buscamos la manera de seguir ese camino nuestro, hecho en realidad de todas aquellas pequeñas cosas que aunque no podamos retener quedan por siempre entrelazadas con nuestra vida, formando el tejido de nuestra realidad. Habría que reconocer el mérito a todas aquellas cosas breves, ligeras y pequeñas que no sólo embellecen nuestra existencia, sino que también nos nutren e incluso nos hacen más fuertes.

A veces -muchas veces- las cosas no salen según lo teníamos planeado, o simplemente son diferentes de cómo las habíamos imaginado; lo importante es el modo en cómo reaccionamos. Podemos desanimarnos y tomarlo como una excusa para abandonar el proyecto que teníamos en la cabeza (pero no encontrábamos el momento), o bien podemos buscar la manera de seguir adelante aprovechando las circunstancias en las que nos encontramos.

En muchos aspectos, de esto se trata el aprendizaje. De cada prueba, de cada reto que aceptemos al respecto, saldremos beneficiados con un mayor conocimiento sobre nosotros mismos, así como con una mayor confianza tanto sobre nuestra capacidad de acierto como por la desaparición del temor a equivocarnos o a la frustración de que las cosas no salgan perfectas al primer intento.

A menudo mientras espero el momento adecuado para sentarme a escribir, las sensaciones se evaporan como las gotas de rocío a medida que avanza la mañana. Por su parte, las ideas se espantan ante la visión de los útiles de escritura, alzando el vuelo hacia cualquier otro lugar... Motivos por los cuales, voy a tener que aprender a tomar algunos esbozos sobre la marcha, con el recuerdo aún vivo, como posibilidades a las que tal vez valga la pena regresar, o no.

Esas publicaciones, llevarán la etiqueta de "Breves".

viernes, 15 de abril de 2011

La tela de Penélope, A. Monterroso


John William Waterhouse, Penelope and the Suitors, 1912

La tela de Penélope,
o quién engaña a quién
Hace muchos años vivía en Grecia un hombre llamado Ulises (quien a pesar de ser bastante sabio era muy astuto), casado con Penélope, mujer bella y singularmente dotada cuyo único defecto era su desmedida afición a tejer, costumbre gracias a la cual pudo pasar sola largas temporadas.

Dice la leyanda que en cada ocasión en que Ulises con su astucia observaba que a pesar de sus prohibiciones ella se disponía una vez más a iniciar uno de sus interminables tejidos, se le podía ver por las noches preparando a hurtadillas sus botas y una buena barca, hasta que sin decirle nada se iba a recorrer el mundo y a buscarse a sí mismo.

De esta manera ella conseguía mantenerlo alejado mientras coqueteaba con sus pretendientes, haciéndoles creer que tejía mientras Ulises viajaba y no que Ulises viajaba mientras ella tejía, como pudo haber imaginado Homero, que, como se sabe, a veces dormía y no se daba cuenta de nada.
Augusto Monterroso, en Relatos vertiginosos. Ed. Alfaguara, México, 2003, p.56

domingo, 10 de abril de 2011

El trabajo de un año (y varios días)

En el equinoccio la oscuridad y la luz descansan en equilibrio, después, la una vencerá sobre la otra, sólo para ser vencida a su vez. La vida sigue siempre; un aliento que surge de las mismas profundas simas en las que habrá de sumirse después.

Hace poco más de un año llegué a una de esas encrucijadas que encontramos en la búsqueda, esas que a través de las que el camino se convierte en nuestro camino, porque debemos realizar una elección. Hace poco más de un año me encontraba en una de las peores épocas que recuerdo haber vivido y, para ser sinceros, no las tenía todas conmigo respecto a lo conveniente de mi resolución... Significaba dar la vuelta a muchas cosas y perseverar en remontar una de las tantas corrientes violentas que nos alejan de nuestro propio sendero, y buscarlo en lo profundo, deshaciéndose capa a capa por el angosto túnel hacia la luz, y levantarse de nuevo. No estaba segura de poder completar el recorrido, pero en la necesidad hay siempre una fuerza que nos empujar más allá de los límites en los que nos asumimos confinados.

Resolví, de una vez, seguir mi instinto por encima de cualquier otra indicación. Elaboré un plan basado en algunos principios y ejercicios muy básicos pero dirigidos y coordinados, y lo convertí en una práctica diaria. El resultado es que en el tiempo transcurrido desde que inicié el experimento mi vida se ha transformado radicalmente en muchos aspectos (vivienda, trabajo, relaciones personales, condición física...), e incluso he visto realizados objetivos que al inicio creía fuera de mis posibilidades.

Ahora estoy en un momento excelente según mis propios parámetros -que, dicho sea de paso, no tienen porqué coincidir con los de otras personas-. Los detalles(*) no son tan importantes como el hecho de que ahora puedo decir que me gusta mi vida: los cambios experimentados en mi interior y las condiciones que he conseguido manifestar a mi alrededor. Ciertamente no suena como algo impresionante, pero creo que construir una vida en la que nos sintamos a gusto tiene su gracia y, en todo caso, si somos incapaces de hacerlo, nuestra obra mágica -y aún más el desarrollo de nuestra conciencia- siempre se verán resentidos.

Era importante para mí experimentar estos logros, aunque sólo fuera por corroborar que hay una serie de cambios que pueden efectuarse por decisión propia, y sin requerir la ayuda de nadie. Me encanta poder decir con conocimiento de causa que no importa lo mal que te sientas, puedes hacerlo por ti mismo, sin que nadie lo pueda evitar; puedes recuperarte, puedes superarlo, puedes hasta perdonar y terminar sientiéndote realmente bien haciendo lo que más te gusta y mejor sabes hacer. Pero también es posible que sea importante para mi vivir estos momentos para cargar baterías ante el trabajo que me espera de ahora en adelante.

Los momentos felices también pasarán. El tiempo, la experiencia o la reflexión llegan a aportar su propio matiz sobre las emociones que experimentamos y la conciencia de este hecho cubre nuestra mirada con una sombra que resulta a la vez casi imperceptible y abismal. Cuando sabemos que los momentos álgidos de nuestras terminarán diluyéndose en el horizonte del tiempo, no podemos ignorar que los malos momentos tampoco pueden durar por siempre. Cuando entendemos esto como una suerte de justicia natural, aceptamos las reglas del juego y abrazamos como a una amiga a la misma oscuridad que solíamos temer, no sólo disfrutamos con mayor intensidad cada deseo cumplido, sino que podemos digerir sin dificultad su posterior extinción, sabiendo que para estar realmente bien necesitamos nuevos retos.

Ahora mismo tengo un montón de temas sobre los que escribir y aún algunos correos que responder... Todo se andará, aún hay algunos cambios que hacer de puertas hacia adentro y en soledad. Así que de momento me despido con un sincero agradecimiento a la paciencia del lector, y mi compromiso de regresar a este espacio, aunque sea para postear un par de líneas a la semana :)



(*)Particularmente me siento feliz, por ejemplo, entre otras muchas cosas cuando cada día al despertar lo primero que veo son árboles y tengo tiempo para jugar con el gato y tomar café en un jardín solitario que imagino nuestro; cuando mis vecinos me saludan en la calle y me doy cuenta de que nos vamos conociendo a través de conversaciones mínimas; cuando encontramos regaliz, garam masala, o pan de castañas en la tienda de comida asiática; cuando realizo mi paseo diario por las viejas calles empedradas; cuando surgen problemas en el trabajo y vemos la manera de resolverlos y lo conseguimos porque somos así de buenos; cuando recibo un correo aunque no lo pueda responder; cuando hay onigiri para comer; cuando paso el sábado limpiando, aunque luego no dure nada; cuando después de una jornada de 12 horas llego a casa con ánimo de compartir un tiempo con mi familia a este lado del Atlántico y reímos y planeamos todo lo que nos queda por hacer y nos damos ánimos; cuando riego y me llevo el olor a tierra húmeda, albahaca, tomillo, ruda y lavanda a la cama... En una de las ciudades más grandes, pobladas y contaminadas del mundo. Tenía que escribirlo :)