viernes, 26 de febrero de 2010

Nation, de Terry Pratchett

A veces tengo la sensación de que el karma positivo acumulado es canjeable por afortunadas coincidencias... Esta semana fui a ver la retransmisión de Nation, una adaptación del National Theatre de Londres de la obra homónima de Terry Pratchett.

Para empezar, no he leído nada de Pratchett a parte de las novelas del Mundodisco, lo que incluye también a Nation. Así que no puedo decir si se trata de una buena o mala adaptación, sobretodo teniendo en cuenta que tampoco sé nada de teatro. Pero me quedó claro que la obra lleva el sello de los planteamientos de Pratchett acerca de la vida y la condición humana, lo cual ya es decir mucho.

La obra se sitúa en el s.XIX de una realidad alternativa, y parte del encuentro , tras una catástrofe natural, entre un joven indígena a punto de concluir su rito de paso a la edad adulta y una muchacha inglesa de alta cuna, hija un científico con el que esperaba reencontrarse. Debido al citado desastre natural, cada uno de ellos es arrancado del entorno en el que ha crecido y ha sido educado, de modo que deben enfrentarse a la vida con lo que les queda de aquellos mundos perdidos, y sus propias impresiones, ideas e iniciativas. Muchas de las cosas que conocieron ya no funcionan, aquellos que respondían las preguntas han desaparecido... y sin embargo a los nuevos temores se suman los heredados.

Este inicio nos puede recordar a otras obras y, de hecho, no encontramos demasiadas sorpresas en este aspecto ni en el desarrollo ni en el desenlace. En realidad, a medida que van presentándose las situaciones, vamos entendiendo que lo importante no son tanto sus personajes, ni los mundos que dejan atrás, ni aquél que construyen juntos, sino los cuestionamientos y dilemas que se engarzan como joyas luminosas, resaltando sobre la narración que sirve de fondo.

Es en este punto en el que la originalidad y la profundidad de la mirada de Pratchett se hace patente y una vez más rompe con las manidas dicotomías de siempre, en favor de la humanidad... de la cualidad que lleva ese nombre. Proponiendo un cuestionamiento tras otro, no hay más crítica que a la estrechez de miras que encontramos siempre que sobre la escena aparecen dos bandos "contrarios".
No hay un enaltecimiento de a la ciencia por encima de la religión, y tampoco hay rastros de lo contrario; No hay más simpatía por la civilización moderna, de la que muestra hacia la civilización antigua. Ni todos los personajes "aprenden " hasta alcanzar los mismos niveles de comprensión, ni mucho menos llegan a estar de acuerdo en todo. Algunos pueden convivir, otros no. Algunas preguntas tienen respuesta, otras no... en ocasiones sólo podemos respondérnoslas nosotros mismos.

Al mismo tiempo encontramos una relativización del progreso; lo que sirvió un día puede dejar de ser funcional, o perderse para siempre, o simplemente caer en el olvido. Esto lleva implícito un cuestionamiento acerca de las formas de transmisión del conocimiento, señalando cómo en ocasiones quedan las formas y se desgastan, hasta desaparecer, los significados.

Otro aspecto interesante es la aparición de lo que podemos llamar la "magia real" en la obra, es decir la magia no como algo ligado a los prodigios de la ciencia, y tampoco relacionado con los ritos y creencias propios de la religión. Una serie de poderes y conocimientos más antiguos que ambas, considerados como mera superstición, y que se concretan en la realización del viaje extático - reminiscencia del chamanismo-. Pero no se trata sólo de la aparición de elementos y situaciones que la ciencia no podría explicar... También los dioses cercanos y familiares de la comunidad, casi domesticados por ella, se desdibujan y desvanecen ante la fuerza de una destrucción que, de todos modos, debe ser enfrentada, desde lo humano.


Nota: Nation se proyecta en el Lunario (Auditorio Nacional) del DF el próximo domingo, 28 de febrero. Por lo visto estaba proyectado hacer lo mismo en algunos cines de España, pero al parecer ha habido algunos problemas de carácter técnico (?). Sin embargo, no dudo que, de una u otra manera, tarde o temprano, se podrá ver por allí también. :)


Tanka XXV, Carles Riba


XXV

Toda la vida
te veré como surgiste
de ti misma,
desnuda y nueva como el alba
y como un sueño verdadera.

Carles Riba, "Tannkes del retorn. Del Joc i del Foc"

lunes, 22 de febrero de 2010

Respeto a la Naturaleza, como modo de vida

Hace unos días estaba preparando un texto sobre los efectos ya presentes del calentamiento global. Al mismo tiempo, iba contrastando la información recopilada con los titulares que hablan del avance en la opinión pública del negacionismo hacia el cambio climático, a raíz del desprestigio por mala práctica en el que parecen haber caído algunos de los investigadores de la cuestión.

Parece más fácil confundir el todo por la parte, y tratar de invalidar por un puñado de personas el trabajo de tantas otras, que dejarse guiar por el sentido común que nos dice que la comunidad científica no deja de ser humana, y que habrá errores en su seno, partidismos, y casos de corrupción. El método científico funciona también para corregir los errores de recopilación de datos, o de interpretación de los mismos, por lo que el tiempo pondrá a cada cuál en su lugar... El sensacionalismo no debería considerarse parte de este mecanismo de autoregulación. Y sin embargo, ahí está el fuego cruzado de acusaciones, intereses económicos en conflicto, y la publicidad... demasiada publicidad.

Mientras una pequeña parte la humanidad se reune y discute acerca de lo que se puede permitir hacer al respecto o incluso si se está dando o no ese "calentamiento global", se siguen perdiendo espacios (y recursos) naturales, que ven alteradas las condiciones que permitieron durante cientos o miles de años la existencia de la flora, la fauna, y también de las comunidades humanas que han albergado o aprovisionado históricamente.
A muchos de los que se sientan a discutir, el impacto del fenómeno no les ha llegado a afectar directamente, no se enfrentan en su cotidianidad a problemas como el bajo rendimiento de las cosechas, ni mucho menos a la escasez de comida o agua, tampoco viven en aquellas zonas del planeta en las que el riesgo de la aparición o del recrudecimiento de fenómenos climáticos extremos y desastres naturales suponga un aumento en las tasas de mortalidad de la población general. Sin embargo, esos efectos los padecen no sólo un número elevado de especies vegetales y animales, sino otros humanos que, lamentablemente, no tienen acceso a esos foros internacionales, ni el poder suficiente como para adoptar las medidas que ya requieren, cada vez con mayor urgencia, para poder seguir subsistiendo. Son las mismas personas cuyas vidas se extinguen a diario como la llama de una vela; sin hacer ruido y sin que a nadie le importe demasiado.

Cuanto más me adentro en el mundo de la ecología, más fascinante me parece el estudio de las relaciones entre los seres vivos y el entorno que habitan. Muchas de estas relaciones son casi invisibles, hilos finos y delicados perfectamente dispuestos en un enorme tapiz en el que todo tiene un sentido de ser. Un tejido resistente a los cambios, y sin embargo adaptable; Un tejido que lucha sin tregua por encontrar la manera de recuperarse cuando un puñado de estos hilos se rompe, aún cuando parte del mismo se empeñe en tratar de rasgarlo, dañándose a sí misma. El desconocimiento que albergamos respecto a este conjunto del que formamos parte, me parece similar al que tenemos respecto a nuestro propio cuerpo y su funcionamiento, cuyo conocimiento dejamos en la mayoría de casos a los médicos. Otros mundos que están en éste, por encima y por debajo de la medida humana, ignorados por la gran mayoría aún cuando nos conforman y los conformamos; Otros mundos que antes de ser abordados por la ciencia lo fueron por la magia y la sabiduría tradicional. Algo que me hace pensar de qué están hechos los misterios y si las cuestiones que nos planteamos son las correctas... Si preguntamos en la búsqueda del conocimiento o sólo para deleitarnos en el trazo de la curva del signo de interrogación. Dejándonos engañar por la ilusión de que lo familiar no posee el mismo poder de atracción de lo lejano perdemos también la visión profunda acerca de lo que somos y lo que es el mundo que habitamos, del punto hasta el que estamos relacionados.

Recuerdo a menudo "La Vida es Sueño", de Calderón de la Barca, como un poderoso referente ético: En el momento en el que Segismundo no sabe si sueña o está despierto, la opción que toma es la de comportarse correctamente en cualquier caso;

Sea verdad o sueño,
obrar bien es lo que importa.
Si fuere verdad, por serlo;
si no, por ganar amigos
para cuando despertemos.


A nadie le gusta sentirse engañado, a nadie le gusta que se juegue con sus buenas intenciones, o que sus esfuerzos sean en vano, porque el fruto de los mismos es hurtado para abarrotar las mesas de los banquetes de gente sin alma. Respecto a la cuestión del cambio climático, como respecto a tantas otras, por un lado es posible que nunca sepamos que tanto hay de cierto, y por otro, es seguro un esfuerzo o acción individual no "salvará" el mundo. Sin embargo, creo que es importante entender que nada se pierde por obrar correctamente.

También puede observarse la cuestión desde el sentido común. Resumiendo mucho, el calentamiento global que provoca el cambio climático se supone producto del incremento en la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera, en su mayoría procedentes de la quema de combustibles, como el petróleo o el carbón, y la reducción o alteración de los elementos naturales que absorben estos gases, como los bosques, o los arrecifes de coral. Por más que todo lo referente al calentamiento global fuera falso, sabemos que las fuentes de estos combustibles no son infinitas, y que para mantener nuestros niveles de vida debemos encontrar fuentes alternativas de energía. Y por más que el cambio climático fuera un fenómeno natural y el hombre no tuviera nada que ver con ello, seguimos necesitando bosques y otros espacios naturales para sobrevivir. Por más que ni el calentamiento global ni el cambio climático sean ciertos, seguimos teniendo problemas de abastecimiento de agua potable para la producción, las labores agro-pecuarias y el consumo humano, y seguimos necesitando hacer todo lo posible para que las tierras de cultivo sigan siendo fértiles a fin de no menguar la producción de alimento que requiere una población cada vez mayor. Por lo tanto, por más que todo fuera una gran mentira, muchas de las medidas que se sugiere adoptar para mitigar los efectos presentes y previstos a medio y largo plazo del cambio climático benefician al hombre y al entorno en cualquier caso, y desde el momento en que se empiezan a aplicar.

Sin embargo, más allá de esta observación de sentido común, creo también que este reencuentro con la naturaleza, el conocimiento de sus ciclos, el modo en que todo está entrelazado, y también del papel que nosotros como seres humanos tenemos en ella no debería verse sólo como un listado de posibles soluciones para un listado de posibles problemas, sino como un modo de vida que elegimos por convicción, sin esperar nada a cambio. Este camino, que no necesariamente implica grandes y terribles sacrificios personales, tiene beneficios tanto para nosotros como para nuestro entorno, pero si lo tomamos es porque consideramos que es lo correcto, porque tiene un sentido más profundo y relevante que el utilitarismo en el que hemos sido instruidos. Si otros obran mal, no es nuestra culpa, en la medida que no podemos elegir por ellos... Pero en cambio, sí depende de nosotros ( y exclusivamente de nosotros) el que permitamos o no que las malas acciones ajenas condicionen las nuestras.

Creo sinceramente que para el paganismo, o el postpaganismo, esta es una cuestión de suma importancia. Ser herederos del paganismo hoy día significa que no podemos dar la espalda a los temas que nos conciernen... Menos aún si pensamos en la cantidad de hombres y mujeres en el mundo que creen que el hombre es la cúspide de una creación inteligentemente diseñada y puesta a sus pies, para que la destrocen a su antojo. Es ingenuo pretender que conservamos todo el conocimiento que los antiguos hombres y mujeres sabios pudieron compilar en su tiempo acerca de la naturaleza, pero es estúpido no usar las herramientas que nosotros tenemos a nuestro alcance, en nuestro propio tiempo, para mostrar el respeto que debemos a la Naturaleza, aún cuando aquellos que se lo han perdido nos digan que no va a servir de nada.

jueves, 18 de febrero de 2010

La vida de otros

Cada cierto tiempo debemos volver a nosotros mismos, no sólo enfrentándonos completamente solos y desnudos al espejo, sino viéndonos, con toda nuestra atención. Pasamos la vida contemplándonos en los ojos de otros, lanzándonos a los brazos del juicio ajeno y pasando de largo ante nuestro propio espejo, mismo que dejamos abandonado, acumulando polvo en cualquier rincón, como si no valiera nada en comparación a los otros.

En cierto modo todos los espejos mienten, puesto que es el observador el que añade una serie de valores sobre a aquello que está viendo. Pero es más probable que aprendamos nosotros a ser buenos observadores, silenciosos en la medida de lo posible, a que podamos estar seguros de hallarnos ante uno.

Es posible que acudamos a otros para contrastar nuestras impresiones acerca de alguna cuestión, de un problema, una situación, o incluso acerca de nosotros mismos. Podemos estar buscando una confirmación, un punto de vista nuevo o distinto, o tal vez que se nos advierta de algo que pasamos por alto en nuestras consideraciones o análisis. Como en un trabajo de investigación, debemos sopesar la confiabilidad y la idoneidad de las fuentes y, en este aspecto, cuantas más consultas realicemos, más posibilidades tendremos de contrastar la información que manejamos, analizar la totalidad de opciones y llegar a una conclusión personal. Como en la investigación, a lo largo de nuestra búsqueda encontraremos lo que podemos llamar “especialistas en su campo” , por ejemplo, un profesor de historia medieval debe tener una idea clara de las bases de la historia contemporánea -ya que la materia entra en su currículo- , pero no va a darnos una clase sobre el armamento empleado en la segunda guerra mundial, porque no es su especialidad. Y, si somos sensatos, no le preguntaremos por ello, a menos que no haya ninguna otra fuente a la que recurrir.

Es necesario comprender que nosotros somos una fuente más, que nuestros ojos son un espejo más en el que otros se miran, y tenemos nuestras especialidades, y un cierto grado de distorsión sobre la realidad correspondiente a nuestras tendencias o preferencias personales. ¿Tenemos debilidades, cosas que no nos gustan de nosotros mismos? Los otros también las tienen. ¿Tienen los demás sus puntos fuertes, cosas que hacemos mejor que la mayoría? Nosotros también los tenemos. Descubrirlas es cuestión de tomar conciencia de aquello para lo que servimos, lo que mejor se nos da, aquello para lo que “parece que estemos hechos”; El paso siguiente siempre es actuar en consecuencia. Pero cuando recuperamos el valor de nuestro propio espejo, a veces es necesario fingir que miramos a cualquier otra persona para empezar a vernos, libres de la carga de juicios externos acumulados y asimilados como propios a lo largo de los años.

Con demasiada frecuencia, consciente o inconscientemente tratamos de equipararnos a las imágenes que nos hemos formado de otros, correspondiendo a modelos o estereotipos. En cierto modo, es como si espiáramos desde la calle, por la ventana, una casa a la que no nos han invitado a entrar, y con lo que llegamos a ver confeccionamos una historia acerca de lo que creemos que es la vida de otros, y acto seguido empezamos a juzgar, o a comparar, aunque en realidad no sepamos nada de la intimidad de esas vidas. Obviamente, esto también lo hacen con nosotros. Y en este proceso, muchas veces inconsciente, se genera una cantidad más que considerable de basura psíquica, como envidias y celos injustificados, desprecio por uno mismo o por los demás, admiraciones ciegas y todo tipo de obsesiones... que además de perjudicarnos personalmente se convierten en una gruesa e innecesaria barrera entre nosotros y la comprensión de la realidad.

Pasa continuamente, cuando, por ejemplo, admiramos o envidiamos el tener una gran casa sin pensar si nosotros seríamos capaces o estaríamos dispuestos a hacer lo que sus poseedores han hecho para conseguirlo, o si realmente nos sentiríamos a gusto en ella. Pero sucede también a la inversa, cuando decimos a alguien que por lo que le ha costado el abrigo nuevo de X marca, podría haber conseguido tres de otra, sin tener en cuenta que tal vez el factor económico no es lo más importante para esa persona, que quería precisamente ese abrigo, por las razones que sean.
Tenemos el ejemplo de llegar a una reunión donde una persona está literalmente custodiando a su pareja, como si cualquiera que pasara por allí pretendiera robársela. Por más fantástica que esta persona en cuestión sea, es muy posible que a los otros asistentes les sea indiferente, sencillamente porque no corresponde a sus propios gustos, y por lo tanto tanto esfuerzo por custodiar es un absurdo... por no mencionar lo que esta actitud está diciendo respecto a la seguridad de uno mismo, y la confianza depositada en su pareja. En el ámbito laboral encontramos, por ejemplo, esas personas que se empeñan en competir con otras por unas consideraciones o un cargo en el que el supuesto “rival” no está interesado. Los ejemplos son casi infinitos, y se manifiestan en aspectos muy diferentes de nuestra vida diaria.

La incapacidad de entender que las personas pueden tener prioridades, gustos, objetivos y deseos distintos, y una escala de valores diferente, es lo que hace que aún cuando podemos decir a alguien que no estamos interesados en competir , ni mucho menos en “quitarle lo suyo” porque ya tenemos “lo nuestro” o estamos en el camino de conseguirlo, esta persona no nos crea. Cuando somos nosotros los que no creemos a otros, es momento de hacer revisión e inventario de nuestra situación personal, de que nos lleva a esa inseguridad acerca de lo que somos o tenemos, si nuestro objetivo es el que creemos o estamos buscando la competencia en sí misma, de dónde viene esa agresividad pasiva o activa que no beneficia a nadie, y cómo vamos a solucionarlo. Pero cuando es el otro el que no nos cree, aferrado a una visión distorsionada acerca de lo que nosotros somos o queremos, raramente vamos a convencerlo siquiera de que se replantee la cuestión, por lo tanto, para no salir dañados, y evitar perder el tiempo dando explicaciones que terminen usándose en nuestra contra, lo más práctico será salir de la vida de esa persona, o sacarla de la nuestra.


Todos estamos en nuestras respectivas circunstancias presentes por algo. Todos llegamos desde dondequiera que estuviéramos hace unos meses, o unos años, hasta dondequiera que estemos ahora, por medio de nuestras decisiones. Y las decisiones se toman en base a las prioridades y los valores. - Cuando actuamos según las prioridades de otros aunque nuestro propio juicio no está de acuerdo con ellas, simplemente hemos decidido de antemano cederle ese poder sobre la dirección de nuestra vida.- Sea cual sea nuestra trayectoria, debemos aceptarla y verla como un recordatorio de cada decisión, de lo que no nos gustaba y dejamos atrás, de lo que aprendimos, de lo que queríamos y logramos alcanzar. Es algo tan personal como nuestra imagen en el espejo y no debería admitir comparaciones, porque, en realidad, no podría haber sido de otro modo.

En cierto modo, todo el mundo hace trampa en el currículum; aunque no añada nada que no haya hecho o cursado en realidad, busca la fotografía en la que sale mejor y emplea expresiones y palabras que suenen bien para describir incluso la tarea más sencilla. No es mentira, pero tampoco es la “cruda” verdad; sirve para crear y proyectar una imagen “ideal” desde lo que se tiene para conseguir que nos abran la puerta. Sin embargo, si escogiéramos nuestra peor fotografía, y redactáramos de una forma burda y con faltas de ortografía para dar la peor imagen posible, esa tampoco sería la “cruda” verdad. Lo mismo sucede con nuestra persona, nuestra trayectoria y nuestra vida, a la hora de presentarla a otros y a nosotros mismos. Cada persona elabora un discurso sobre sí mismo, que es el que muestra a los demás. Sin necesidad de mentir – la mentira no funciona, puedes maquillar un rostro o lustrar un mueble, pero no puedes hacer nada con lo que no existe- , puede presentar las cosas de un modo más o menos positivo para sí mismo, y los demás.

En términos generales, hay que saber guardar algunas formas básicas para la convivencia, siempre que no lleguen a ahogarnos y en casos concretos vale la pena revindicar – aunque corramos el riesgo de ir a parar a la hoguera o a cualquiera de sus equivalentes actuales- lo que somos, tal como es, sin aceptar imposiciones absurdas. Sin embargo, antes de poder revindicar nada, hay que conocerlo, que es precisamente la tarea para la que sirve nuestro espejo personal: conocer lo que somos, tal como es, aceptarlo, respetarlo, tomarlo como referencia primaria.

No hay una mala trayectoria, no hay un currículum erróneo, y si alguna vez llegamos a albergar dudas respecto a esto, y no nos basta con contemplar lo que sucede a nuestro alrededor, bastará con consultar algunas biografías y sorprenderse de los derroteros que toman las diferentes vidas, reflejando todo tipo de combinaciones de luces y sombras. No se trata en este punto de buscar modelos a seguir o a rechazar, sino de darse cuenta de la unicidad de la experiencia de una vida humana. Cada uno tenemos, que sepamos con certeza, una sola de esas vidas, de la que debemos ocuparnos.

Son nuestras decisiones las que nos llevaron por los diferentes eventos de nuestra experiencia vital y nos trajeron al presente, y esas decisiones siempre tienen que ver con nuestras prioridades y valores. Así que lo primero es estar conscientes de estas prioridades y valores, aceptarlos como aquello que debe regir el curso de nuestra vida, y luego decidir y actuar en consecuencia, perseverando en lo que veníamos haciendo o bien introduciendo los cambios que creamos convenientes.

Cuando intentamos ser lo que no somos, o hacer algo contrario a nuestros principios, es como si un pez insistiera en salir del agua y volar, no porque éste fuera su más íntimo deseo, sino porque alguien, alguna vez, le dijo que debería ser capaz de volar... o eso creyó oír. La idea de volar no tiene nada que ver con él, pero si no se da cuenta de esto es capaz de seguir intentándolo, y acumulando sufrimiento, hasta provocarse la muerte.

Nuestro primer campo de especialidad debería ser nuestra propia persona; por poco que sepamos del mundo, nadie tiene el privilegio de acceder a los rincones más íntimos de nuestro ser, nadie tiene la llave que abre esas puertas, y aún de las puertas que hay detrás de ellas. Nadie sabe de nuestros auténticos deseos, o incluso de nuestras capacidades; Las intuyen o las imaginan en función de lo que exteriorizamos a través de nuestro discurso acerca de nosotros mismos (hablado o actuado), y aún así esta imagen pasa por el filtro de su visión o versión personal de las personas, las cosas y el mundo en general. Aunque pueda parecer que a la hora de conocernos a nosotros mismos nuestro juicio no va a ser precisamente un ejemplo de imparcialidad, es preciso entender que el juicio ajeno tampoco lo va a ser. Pero por nuestra parte podemos comprometernos con el objetivo de refinar nuestros sentidos y acercarnos a la visión de las cosas tal como son, lógicamente empezando por nosotros mismos.

martes, 16 de febrero de 2010

Animal que despierta, de Ana María Rodas

Animal que despierta

Soy la gata que camina dentro de mí
conmigo
las leves zarpas afelpadas
He bajado por el río
conservando el gusto por la caza
los ambiguos maullidos

Cuando cierro los ojos atravieso los siglos

Las arenas le dieron el color
a esta piel suave que esconde
una flor mojada entre las fauces
el oro egipcio se ve reflejado en la pupila
de esta gata
que demasiadas veces
recuerda su verdadera condición de fiera

La Reina de Saba habría dado la mitad de sus tierras
por tener estas garras

Ana María Rodas
Amediavoz

El ámbito de lo salvaje puede parecer otro mundo, pero está aquí mismo, en el hueso de las cosas, dentro de nosotros mismos, bajo la gran cantidad de capas de elaboración y construcción que ha permitido a la humanidad llegar al punto en el que se encuentra...
Permea los límites; Camina con nosotros, ve por nuestros ojos, siente a través de nuestra piel, pero no nos damos cuenta de ello hasta que estamos dispuestos a compartir estas impresiones, y esta vida. Decimos "el animal despierta", pero en realidad somos nosotros los que despertamos a él, que siempre estuvo ahí, empezando a percibir su presencia.
Puede convertirse en nuestro peor enemigo, cuando cuando nos empeñamos en expulsarlo del lugar al que pertenece, pero también cuando tratamos de imprimir nuestras ideas sobre sus mensajes, tergiversando la comunicación, cuando no somos capaces de entenderlo y apreciarlo tal como es. Y puede ser también nuestro mejor cómplice, aportando una perspectiva adicional y única que tal vez no sabe mucho de sutilezas, pero tampoco es amiga de la mentira, de los enredos, o de las complicaciones.

domingo, 14 de febrero de 2010

Regreso a la superficie; Nacimiento y Purificación

El mes de Febrero es tiempo de rituales de liquidación y preparación, en el que todo aquello concerniente a la purificación cobra una especial importancia. Tras despertar del sueño del invierno, es momento de renacer, emerger a la superfície, dejar atrás el Inframundo y volver al mundo de los vivos(1). Tal vez por este motivo, una vez se ha cruzado el umbral de la vida, el silencio respetuoso que guardamos hacia lo que está por venir, recorriendo aún los dominios de lo invisible y desconocido, se quiebra derrepente en una festividad pública y ruidosa, lo "nacido" es bienvenido al que será su nuevo mundo y para poder confirmar su lugar en él, debe abandonar todo rastro de su paso por la anterior etapa.

El impulso que nos arrastra a la vida, al despertar, es una fuerza terrible que se corresponde con los peligros que deben sortearse en esta etapa. Del mismo modo en que la muerte puede considerarse un descanso, el nacimiento supone la lucha constante y sin tregua de un ser prácticamente desvalido por su propia supervivencia en un enorno hostil. Ésta crudeza es la que se encuentra tras cada nacimiento, y si pudiéramos recordar lo supuso nuestro propio nacimiento a buen seguro resultaría algo traumático.

Recordemos que las aguas de la fuente de la memoria, situadas algo más allá de las del olvido, están reservadas a los iniciados (2)... y si no fuera por ellas, toda la experiencia del paso por el Inframundo, y de lo vivido antes de adentrarse en él, olvidado y perdido, al regresar al mundo de los vivos. En este sentido, la memoria podría entenderse también como un sinónimo de conciencia. Es gracias a esta conciencia que podemos rescatar los tesoros del mundo inferior, del inconsciente, o del ámbito de las posibilidades infinitas, para realizarlos en el plano concreto, material, productivo, de la superfície.

Aún así, los rituales de purificación serán necesarios para poder renacer, reincorporarnos y confirmarnos en este nuevo de orden de cosas que implica el regreso a la superfície. En estos procesos de purificación, lo "salvaje" adquiere un papel predominante, pues en él se encuentran los cimientos de cualquier construcción cultural posterior. Lo salvaje remite a cada uno de los pasos de esa interminable danza entre la vida y la muerte que sobrepasa el ámbito humano y nos recuerda aquello que se halla ligado a los huesos, al aliento y a la sangre.

Lo salvaje puede parecer un tanto caótico desde la perspectiva de la civilización que a lo largo de los siglos se ha dedicado a establecer reglas y normas comunes, juicios y sentencias, premios y castigos, a los que tanto lo salvaje parece empeñarse en cuestionar o incluso contradecir. En las celebraciones de febrero, encontramos ese elemento salvaje, elemental, capaz de cuestionar lo establecido con su sola manifestación. Sabemos que durante siglos la celebración de los carnavales fue un paréntesis de tiempo en el que las rígidas normas o formas que regian las vidas del común de las gentes podían ser invertidas, ya fuera de un modo explícito o simbólico. Pero, de hecho, ya en la antigüedad la celebración de la Lupercalia (3) llegó a ser vista como un exceso, un remanente de cultos pre-agrarios que se hacía extraño en la Roma civilizada, llegando a prohibir, en época de Augusto, la asistencia de los jóvenes si no iban acompañados por un adulto.


Al nacer, o renacer, algo nos sitúa de nuevo en la casilla de salida. Llegamos al mundo desnudos y desvalidos, pero al mismo tiempo, únicos, íntegros y poseídos por esa fuerza incomparable de la Vida. A medida que crecemos y nos desarrollamos física y psíquicamente adquirimos el conocimiento y las herramientas necesarias para adaptarnos a nuestro entorno social, pero corremos el peligro de perder en el proceso esa integridad y esa conexión profunda con la Vida, a la luz de la cual mucho de lo que consideramos "problemas" no podría más que tomarse a broma.

Es en este sentido en el que es necesario entender la noción de "pureza", no tanto como aquello que no ha sido aún mezclado, usado, modificado o herido; Sino como aquello que es capaz de seguir siendo, retomando una frase de J.L. Colnot (4) sobre otro tema, "la expresión integral de sí mismo, según su propio tipo, su propia forma, su propio modo, su propio lugar, conforme al Ser que es", incluso después y a pesar de todo lo anterior.

Lamentablemente, en la cultura de la que somos herederos se ha asociado la pureza con la virginidad, sin embargo, si los seres vivos nacen para alcanzar su madurez y rendir frutos, de ningún modo esto puede ser contrario a su integridad, ya que la fructificación que se encuentra en el conjunto de códigos inscritos en la semilla, destinados a manifestarse a su debido tiempo. Nuestra herencia cultural reciente implica al mismo tiempo una noción lineal del tiempo, una mera sucesión de etapas independientes entre sí; una vez perdida, la "pureza original " no es algo recuperable... y sin embargo, todo lo reeferente a la pureza se convierte en una sobrevalorada moneda de cambio.
Pero la concepción pagana del tiempo es cíclica, todo se transforma, todo se va y todo regresa constantemente, nada de lo esencial se pierde. Aunque hay un tiempo para cada cosa, una etapa se enlaza con otras, completándolas, refinándolas... Una y otra vez volvemos al mismo punto, aunque ni el momento ni nosotros seamos los mismos, en el fondo sabemos que existe algún grado de repetición. Dejamos nuestra infancia atrás, y, sin embargo sabemos que algo de ésta nos acompañará hasta el último día de nuestra vejez, pudiéndonos ser muy útil en cualquier momento del recorrido.

Esto es lo que sucede con el renacimiento, y los rituales de purificación, nos permiten regresar a nuestra propia esencia, reparando los daños o desórdenes sufridos a lo largo de nuestro transitar por los caminos del mundo, no por el olvido, sinó por el proceso de integrar a nuestro ser las experiencias vividas.
Hay un momento para cada cosa, y tiene su razón de ser que las personas crezcan, se desarrollen y den sus frutos en este ámbito social (familiar, laboral, público, etc. ).Pero es necesario volver periódicamente, al punto en el que nos descubrimos únicos, desnudos y armados por la naturaleza con nuestras propias características, para convertirnos de nuevo en nuestra principal referencia a la hora de interpretar el mundo que nos rodea y el lugar que ocupamos en él. Cuando entendemos que no es lo que nos pasa, sino lo que hacemos con ello, que no es lo que otras personas nos hacen, si no lo que permitimos que nos hagan, es en este punto dónde y cuando hacemos inventario para decidir qué vamos a llevar con nosotros y qué vamos a dejar atrás.


Notas:

(1) Viene de: Sobre/Bajo la Tierra: Nuevas notas sobre el Ciclo Anual.
(2) Acerca de Leteo y Mnemósine.

(3) "Las Lupercales, evolución de los cultos arcaicos en Roma". Vaelia Bjalfi, 2001.

(4) "Máscaras de la ética y ética de la Máscara", "Souffle du Dragon", J.L. Colnot, 1995.

viernes, 12 de febrero de 2010

Ofrenda de Ghi

Cualquier ofrenda debería centrarse en la experiencia de compartir, en el gozo de esa abundancia de la que podemos participar, en lugar de reducirse a la vulgaridad de un intercambio comercial o de favores. Del mismo modo que ofrecemos al invitado lo mejor de lo que tenemos, por poco que esto sea, cuando nos disponemos a realizar una ofrenda, pensamos presentar una serie de elementos valiosos, pues de otro modo la acción no tendría demasiado sentido. Escogemos, por lo tanto, lo mejor que encontramos entre nuestras posibilidades y lo presentamos en un acto de desprendimiento, sin esperar nada a cambio.

Lo valioso no tiene porqué ser lo más caro, o más difícil de encontrar. Una simple piedra recogida en un lugar o fecha especialmente relevantes para nosotros puede ser más valiosa que una que sólo se encuentre en la cima de una montaña situada en las antípodas, o que una gema preciosa engarzada en la sortija de una joyería de lujo. Posiblemente nuestra piedra, tan similar a cualquier otra, lleva en sí una historia o una cadena de significados que sería demasiado larga de explicar, pero que la visión, textura o peso del objeto material resumen instantáneamente cuando lo sostenemos en la palma de la mano, o lo contemplamos en el altar.

Ofrendar implica darse cuenta que, en última instancia, realmente no poseemos nada más que ofrecer que nosotros mismos. ¿Qué podemos ofrendar a la Tierra, cuando cualquier cosa que pongamos sobre el altar proviene de ella? Llegamos a la vida sin nada, y nos marchamos sin nada... lo único que realmente poseemos, de hecho, es esa vida y lo que podamos hacer con ella. Cuando ponemos flores, o alimentos, o cualquier otra cosa entre nuestras ofrendas, sólo estamos dando las gracias por ellos, demostrando que hemos aprendido cuál es su valor real.

Cuando se acerca cualquiera de las festividades del ciclo anual, nuestra mente empieza a pensar en los colores, texturas, sabores, imágenes, sonidos, sensaciones, y demás elementos que van a formar parte de la experiencia de la celebración.
En mi caso, en esta ocasión, por más que el instinto mágico se viera saturado de nuevos conceptos y consideraciones, persistía el remanente de aquellas épocas en las que el nombre de “Imbolg” evocaba la luz de las velas, el blanco de la leche y su cualidad nutricia. Esto me dio la oportunidad de introducir entre las ofrendas un elemento realmente valioso, como es el Ghi.

El Ghi es una forma refinada de mantequilla, principalmente empleado en la India, tanto para el consumo alimenticio diario como formando parte de diversos rituales religiosos, teniendo un destacado papel en la medicina ayurvédica, es decir, tradicional hindú. Del mismo modo que podemos trabajar con los aceites esenciales de diversas plantas y flores, el ghi puede considerarse la “esencia” de la leche.

El proceso de elaboración del Ghi es muy sencillo, bastará con fundir unas barras de mantequilla sin sal en una cazuela, hasta que el líquido adquiera transparencia y una tonalidad cristalina dorada-rojiza , creándose un poso de partículas sedimentadas en el fondo de la cazuela. Antes de que este poso empiece a quemarse, verteremos el líquido en otro recipiente, sirviéndonos para ello de un colador de tela, preferiblemente de algodón. Si persiste la presencia de partículas, volveremos a filtrar el líquido las veces que sea necesario. Cuando se enfríe, adquirirá una consistencia sólida parecida a la de la mantequilla. Pero, a diferencia de ésta, si el ghi se guarda en un recipiente hermético, puede conservarse durante más de un año sin necesidad de refrigeración.

Como se decía al inicio, el Ghi tiene muchos usos. Se puede consumir como alimento, directamente, o ser empleado en el fritado. Cuando es empleado como aceite de masaje no se mezcla con otros aceites o esencias (es un aceite esencial en sí mismo). En sus usos rituales, el ghi se emplea en los baños rituales de los ídolos, se presenta en lámparas o es derramado sobre el fuego.

En referencia a este uso ritual, se ha dicho;

Concentrado de fuerzas vitales, la mantequilla simboliza todas las energías, las del cosmos, las del alma, las de los dioses y los hombres, que se supone que revigoriza, chisporroteando al fuego de los sacrificios. Todos los beneficios, espirituales y materiales se derramarán incrementados sobre el mundo como mantequilla líquida. Arrojada ésta en gesto ritual sobre la brasa, puede también evocar la plegaria, y en el espíritu de los creyentes se asemeja también a una fuente de energía sagrada capaz de levantar el universo.

J. Chevalier ; A. Gheerbarant, Diccionario de Símbolos, Herder , Barcelona , 2003 p.688

Más allá del hecho que, hace algún tiempo ya, pude comprobar los efectos, como mínimo reconfortantes, de este producto, lo cierto es que el ghi, evoca tal multitud de significados, sensaciones y resonancias en mi persona que no estoy segura que sea transferible a otros mediante palabras, por lo que no puedo más que resignarme a recomendar hacer la prueba.

Para el pasado Imbolg, decidí emplear el ghi como combustible, que era el uso que me quedaba por probar - No está de más especificar que no era mi intención emular un ritual védico.- Para el experimento sólo fue necesario adquirir un trozo de mecha y reciclar un recipiente de cristal... Aunque como licencia estética adquirí también una pieza metálica, de las que se emplean en las lámparas de aceite. El proceso consistió en verter el ghi líquido en el recipiente de cristal, empapando un trozo bastante largo de mecha en él y dejándola caer hasta el fondo del recipiente. Después de varias pruebas me quedó claro que hay que dejar un trozo de mecha largo fuera del ghi, ya que para que queme correctamente el calor de la llama debe fundir parte del ghi, si éste se ha solidificado.



lunes, 8 de febrero de 2010

Linternas con "velas de vaso"

Una vez hecha toda la reflexión acerca de Las Luces de Imbolg, este año decidimos ir un paso más allá de la consagración de velas y preparar unas linternas/faroles, más acordes con el tema del ascenso desde el Inframundo.

Para el proyecto, en lugar de trabajar con velas “largas”, requeríamos de “velas de vaso”. Más gruesas y duraderas, éstas se comercializan dentro de un recipiente de plástico o cristal, pudiendo tener también varios colores y perfumes. La ventaja de esta presentación, especialmente si el recipiente es de cristal, es que la llama queda protegida y la cera no se derrama a su antojo.

En comercios esotéricos, o a las puertas de ciertas iglesias, en el recipiente de estas velas se incluye en ocasiones imágenes de santos o vírgenes, o incluso “oraciones” con fines específicos. Y esta será la idea a explorar a la hora de preparar nuestras linternas; un forma más sencilla, segura y económica de personalizar/consagrar velas que la que supone tratar de fabricar desde nuestras propias velas, que ofrece, sin embargo, un abanico de posibilidades creativas mayor que el hacerlo simplemente ungiendo en aceite o gravando sobre la superficie de velas compradas.

En caso de necesidad, siempre podremos agarrar una de las que vienen con santos y vírgenes y oraciones, etc. y quitárselos. Pero una de estas velas en vaso de cristal, blanca, sin perfume y sin ornamentos puede conseguirse en cualquier supermercado, y nos ahorra este paso de “borrado” que puede ser tedioso. En mi opinión siempre es preferible tratar con materiales destinados a otros usos (cocina, papelería, iluminación, etc.) y consagrarlos por nuestras propios medios, que con aquellos que provengan de las redes de comercio esotérico, que en la mayoría de casos requieren de una limpieza previa consciente antes de poderse usar.

Una vez tengamos nuestra vela, decidiremos los motivos de decoración en función del objetivo o la idea a la que la vayamos a destinar, cuidando de la resistencia al calor de los materiales que vayamos a emplear. Una forma sencilla, económica y “resultona” es emular los farolillos de papel, empleando papel de colores de diferente grosor, por ejemplo, papel de china/ de seda (translúcido) y papel grueso o cartulina (opaco). Envolvemos el cristal con el papel translúcido y recortamos las formas - figuras, motivos geométricos... o un símbolo o un sigil - que queramos en el papel de mayor grosor, de modo que estos “vacíos” quedarán iluminados a medida que la vela se vaya consumiendo dentro del vaso. Obviamente también podemos escribir y dibujar sobre este papel.

Adicionalmente – y esto es algo que aprendimos paseando por el mercado – las velas de vaso se pueden preparar también agregando una pizca de algunas hierbas, especias o perfumes asociados al propósito escogido, siempre que éstos sean lo suficientemente pequeños como para no ahogar la mecha. De este modo, podemos agregar, por ejemplo, pequeñas semillas, hojas de tomillo o romero, canela molida, pétalos secos de rosa - u otra flor- , algunas gotas de aceites esenciales naturales, o incluso de miel. Por regla general, aunque nosotros pongamos este material sobre la vela, al ir fundiéndose la cera, las hojas y demás van acompañando a la vela mientras se consume hasta el fondo del vaso.

Eso sí, hay que tener un poco de cuidado porque, por ejemplo, el romero o los pétalos se quemarán al llegar al fondo y agotarse la cera, de modo que las llamas pueden sobresalir del vaso... Aunque personalmente este "efecto final" me encanta :D


PD: Si somos de los que preferimos que las velas se consuman de una sola vez, con el fin de evitar el riesgo de dañar los muebles, provocar un derrame accidental, o incluso iniciar un incendio, resulta bastante práctico conseguir un caldero o simplemente una olla grande, llenar el fondo de sal o arena y colocarlo en un lugar lejos de cualquier otra cosa (maderas, telas, plásticos, etc), para poder dejar la vela consumiéndose en su interior, sin requerir de nuestra constante vigilancia. En todo caso, y aún cuando estemos vigilando la vela, nunca está de más procurar que no quede cerca de materiales combustibles, o expuesta a corrientes de aire y acordarse de poner un plato debajo – no pocas veces el recipiente transpira la cera caliente, pudiendo manchar o incluso quemar las superficies sobre las que dejamos la vela -.

viernes, 5 de febrero de 2010

Las luces de Imbolg

En un artículo de El Almanaque, en referencia a la Candelaria, Mario Arnal escribe:

(...)Cerraba el dilatadísimo ciclo de la Navidad, que empezaba el 8 de diciembre, con la fiesta de la Purísima y acababa con la fiesta de la Purificación de María en el templo. (...)
Por la enorme variedad de tradiciones que giran en torno a esta fiesta, y que con seguridad no nacieron todas con ella, se diría más bien que se trata de una fiesta del tiempo, que debían tener de una u otra forma todas las culturas, y que se aglutinaron en la fiesta de la Candelaria. Llama la atención que siendo esta fiesta de purificación, haya escorado hacia la luz, hasta prevalecer incluso la denominación que hace referencia a la luz, sobre la que se refiere a los ritos de purificación. (...)

Parece que, en el ámbito del neo-paganismo, la celebración de Imbolg también ha priorizado el simbolismo del renacimiento de la luz por encima de otras prácticas, de carácter purificador, tradicionalmente asociadas al mismo momento del ciclo anual. Es posible que, mientras prácticas y estas tradiciones asociadas a “la luz” permanecieran o derivaran en la Candelaria cristiana – en la que la necesidad de purificación se conserva como reminiscencia-, otras tradiciones, ritos y prácticas propias de la estación que mostraban sin embargo aspectos más salvajes, como la Lupercalia, derivaran en el Carnaval que tradicionalmente precede a la Cuaresma.

No tiene, sin embargo, porqué existir una contradicción entre estos enfoques de la festividad, dado que pudieran corresponder a dos aspectos de una misma empresa: la salida del Inframundo, el regreso a/de la luz; y la preparación que requiere la reincorporación al mundo de lo vivo.

La consagración de las velas

Una práctica extendida en Imbolg es la consagración de las velas para su uso posterior. En el mismo artículo de Arnal se describe esta práctica en la tradición cristiana:

El caso es que en la misa de la Candelaria se bendecían velas de varios colores, cada color para un uso, y se repartían a los fieles. Al tratarse de velas bendecidas, no se empleaban para el consumo, sino que se reservaban para usos de carácter religioso. Se empleaban para prevenirse de los rayos y del granizo en las tormentas, para ahuyentar a las brujas y los malos espíritus, para proteger a la familia de las enfermedades, y también a los rebaños y animales de labranza. La vela blanca se empleaba para las ceremonias religiosas: la procesión del mismo día de la Candelaria, la Semana Santa, etc. La amarilla, para los funerales y para iluminar durante la extremaunción a los moribundos.

Obviamente no se trata de discutir si esta tradición de consagrar las velas es de origen o carácter más cristiano que pagano, o a la inversa. Se trata más bien de señalar las costumbres que las gentes han llevado a cabo desde largo tiempo atrás, y como han llegado a nuestros días, las transformaciones que han sufrido, los significados que se han perdido o aquellos que han sido agregados.

La celebración de la luz, ganando terreno a la oscuridad, puede asociarse al aumento progresivo de luz solar iniciado en el solsticio de Invierno. En este sentido, el encendido de velas tendría relación - o marcaría una continuidad- con prácticas similares que se llevan a cabo en la noche del solsticio.

Sin embargo, las velas son consagradas o bendecidas para un uso posterior. En la mitología correspondiente a la parte del ciclo anual que se desarrolla en el Inframundo, diferenciamos tres momentos; Aquél en el que la semilla se desprende de la envoltura del fruto, la posterior lucha por la posesión de estas semillas, y finalmente el momento de la germinación. En cierto modo, hacer acopio de velas en este momento pudiera ser un gesto análogo a guardar un puñado de semillas/posibilidades, antes de la germinación; No para consumirlas de inmediato, si no para sembrarlas en un momento posterior.

Emergiendo del Inframundo

En el mito del descenso de Ishtar, al pasar por cada uno de los umbrales que conducen al mundo inferior, la diosa debe desprenderse de sus pertenencias, que representan a su vez diferentes atributos. Al ser rociada con el agua de la vida, y regresar al mundo de los vivos, sus pertenencias y atributos le son restituidos en la misma secuencia.

Una posible interpretación de este viaje por el Inframundo nos habla del ser descarnado, desprendido de su envoltura material. El Inframundo es también el reino de las posibilidades infinitas, latentes, no manifiestas. Para regresar al mundo de los vivos, al de las posibilidades concretas y manifiestas requerirá de una re-encarnación, una nueva envoltura, la formación de la cual constituye una individualización.

La luz que se precisa en este momento será en todo caso la de la linterna que ilumina la oscuridad en este largo camino que parte de las entrañas de la tierra hacia la luz del día. La pequeña llama, desprendida de un fuego mayor, abriéndose paso entre tinieblas, es también un símbolo de esa individualidad; de esa posibilidad concreta que es una semilla, y que también cada persona es. En este último sentido, nos recuerda de dónde venimos, de lo que estamos hechos y hacia dónde vamos, pero también que el recorrido entre el origen y el final se llevará a cabo de una manera única, probablemente irrepetible.

“En la llama de una candela están activas todas las fuerzas de la naturaleza”, dice Novalis. La cera, la mecha, el fuego y el aire que se unen en la llama ardiente, móvil y colorida son en sí mismos una síntesis de todos los elementos de la naturaleza. Pero tales elementos están individualizados en la llama única. La vela encendida es el símbolo de la individuación, al término de la vida cósmica elemental que viene a concentrarse en ella.

J. Chevalier ; A. Gheerbarant, Diccionario de Símbolos, Herder , Barcelona , 2003 p.1052

Al prender las velas de Imbolg podemos estar afirmando esta idea del viaje de vuelta que emprendemos hacia la superfície; ínfima en la oscuridad y no obstante capaz de vencerla, es nuestra guía, nuestro impulso y somos nosotros mismos.


Otra característica de la luz es su silencio, pues a parte del crepitar ocasional de la llama, la vela no provoca sonido alguno. El silencio se impone en este momento de formación, del mismo modo que cuando algo está por suceder, pero aún no ha sido confirmado, guardamos el secreto – muchas cosas pueden salir mal – como si pudiéramos envolver nuestro deseo en un velo, en un abrazo íntimo y maternal, que lo proteja de los posibles peligros, de los enemigos, hasta que llegue a confirmarse, hasta que tenga la suficiente fuerza como para sostenerse por sí mismo. Una vez este deseo haya salido al mundo, es posible que el silencio se rompa por completo, siendo comunicado a otros y convertido en una gran celebración.

Por otro lado, podemos considerar que, al encender las velas preparadas, consagradas o bendecidas – en Inbolg, o en un momento posterior- lo que haríamos sería animar una de estas posibilidades latentes y no-manifiestas, escogida de antemano; Llamarla por su nombre hacia la manifestación en el plano material o concreto, con el fin de que pueda ser experimentada por nosotros a través de nuestros sentidos, o desde nuestra conciencia ordinaria.
Este nombre, particular, lo habremos conocido en nuestro viaje por el Inframundo, o por el territorio del sueño, y lo hemos traído con nosotros, como una semilla, a la superfície en el momento en que está listo para manifestarse – germinar- cuando se den las condiciones óptimas.

jueves, 4 de febrero de 2010

Más notas sobre el Ciclo Anual

En el mismo río entramos y no entramos, pues somos y no somos [los mismos].
Heráclito. Diels-Kranz, Fragmente der Vorsokratiker, 22 B12

El fragmento (citado con frecuencia erróneamente como no se puede entrar dos veces en el mismo río, siguiendo a la versión que da Platón en el Crátilo) ejemplifica la doctrina heraclítea del cambio: el río —que no deja de ser el mismo río— ha cambiado sin embargo casi por completo, así como el bañista. Si bien una parte del río fluye y cambia, hay otra (el cauce, que también debe interpretarse y no tomarse en un sentido literal) que es relativamente permanente y que es la que guía el movimiento del agua.
Fuente: Wikipedia


Creo que no podemos considerar las celebraciones del ciclo anual como una noria o un tiovivo, como un recorrido que nos lleva una y otra vez a las mismas imágenes, presentadas como una sucesión de diapositivas, en lugar de acercar nuestros sentidos y nuestros pensamientos a la experiencia de aquello que está vivo.

Cada vez que la rueda gira, y reencontramos las mismas festividades que celebramos años atrás, estas deben presentar un reto, un acertijo a descifrar, una nueva internación en un territorio que cada vez presentará nuevos demonios que deberemos vencer, una nueva inmersión en una fuente de la que cada vez rescataremos un tesoro distinto.

La riqueza que las celebraciones del Ciclo Anual ponen a nuestro alcance es similar a la que un buen libro encierra. Con el paso de los años, cada vez que lo retomamos, nos parece descubrir algo en lo que no habíamos reparado, comprendemos un fragmento que había permanecido oscuro hasta el momento, o establecemos una conexión o una relación nueva con otra información con la que no contábamos la última vez que lo leímos. Todas estas posibilidades estaban allí desde el principio, pero requeríamos de un aprendizaje, académico, emocional, o vivencial, para acceder a ellas.

Existen una serie de factores que se repiten, y que dan una unidad, una identidad a ese momento que nos detenemos a realizar una toma de conciencia; Los fenómenos naturales que se acontecen en las fechas, las prácticas que se le asocian, los nombres que recibe... Pero debemos estar preparados , si nuestro camino es un camino de conocimiento, para dar el salto más allá de la repetición o la costumbre, y profundizar en las posibilidades que se nos ofrecen, en concordancia con las necesidades que nos presenta nuestra propia evolución, las cuales es importante aprender a reconocer.

No se trata de emprender una persecución a la caza de la intensidad; no parece demasiado natural el tratar de vivir en una intensidad perpetua. A lo largo de un ciclo, nos parecerá que una o varias festividades tendrán mucho que decirnos, y otras se sucederán de un modo más discreto; en ocasiones podremos organizar un gran ritual o una ofrenda abundante, otras a penas alcanzaremos a prender una vela y decir cuatro palabras, o realizar una breve visualización. No hay problema con esto, porque a buen seguro, cuando el ciclo se repita, las festividades habrán intercambiado papeles. No siempre necesitamos aprender las mismas cosas, ni de las mismas maneras, ni expresarnos en los mismos soportes. El ciclo y sus festividades son una guía, y al igual que en una libreta pautada, lo importante es aquello que escribamos en ella. Hay días en los que estamos tan inspirados que llenamos varias páginas sin darnos cuenta del paso de las horas, y otros en los que , en cambio, no encontramos por donde atacar al pánico de la hoja en blanco, en los que el logro consistirá, sencillamente, en no dejarla pasar sin más.

No se puede empezar a construir una casa por el tejado, pero tampoco es posible habitar en la carcasa desnuda de los cimientos. Conocido y reconocido el valor de la repetición, de la constancia, de la continuidad; debe ser la base que nos sostenga, mientras construimos, cada vez, a su debido tiempo, una capa distinta de esa obra que es nuestra vida. Hay que estar atentos a qué necesitamos en cada ocasión, cual es la tarea que nos corresponde; Hay un tiempo para los cimientos, otro para los tejado, otro para los muebles, otro para las cañerías... Hay que permanecer, cualesquiera que sean las circunstancias, en contacto con esa parte de nosotros que sabe y vive para que el resto de nuestro ser sepa también, para poder atender sus sugerencias acerca de lo que nos conviene en cada momento.

Tal vez este proceder sólo sea posible desde el trabajo personal e individual, porque definitivamente sería difícil que en un grupo, por reducido que fuera, pudiéramos detenernos a analizar a un nivel profundo las necesidades y respuestas de cada uno de sus integrantes. Los trabajos en grupo tienen otros objetivos, responden a otro género de necesidades. Sin embargo el trabajo con uno mismo, incluso cuando formamos parte de un grupo, no debería ser descuidado... pues es lo que nos convierte en un elemento valioso del mismo, lo que nos permite aportar algo de nuestra propia cosecha al granero que guardamos en común.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Sobre/Bajo la Tierra: Nuevas notas sobre el Ciclo Anual

Habitualmente, siguiendo el ciclo solar, se hace la distinción del ciclo anual entre una mitad "luminosa" del año, que inicia tras el solsticio de invierno, hasta alcanzar el máximo de horas solares en el solsticio de verano. A partir del mismo iniciaría la mitad "oscura", cuando el tiempo de luz empieza a reducirse hasta la noche más larga del año.

Podríamos, sin embargo, realizar otra división, entre las labores o sucesos que durante el ciclo anual se llevan a cabo "sobre" la tierra, y el tiempo "bajo" la tierra (o Inframundo). El tiempo de la tierra conlleva la parte exterior, productiva, manifiesta, del ciclo: aquella que va desde el surgimiento de los nuevos brote, hasta su regreso a la tierra, ya marchitos. En este momento, inicia el descenso al Inframundo, la parte interior, en muchos sentidos igualmente llena de acción, si bien ésta es una acción que se llevará a cabo de un modo velado, no visible por todos. Descenso que culminará con la preparación para un nuevo ascenso; la germinación de las semillas - acontecida igualmente bajo tierra, antes de que éstas puedan regresar a la superficie en forma de nuevos brotes-.

Obviamente, se trata en ambos casos de procesos ideales, que transcurren por estadios igualmente ideales, palabras clave, conceptos que fungen como puntos de referencia. Personalmente he tenido que echar mano de ésta segunda división (Sobre/Bajo tierra) para que ciertas ideas pudieran cuadrar en una visión completa del Ciclo Anual.

El viaje "Sobre tierra" inicia en el Equinoccio de Primavera, cuando ya podemos hablar de los brotes como una posibilidad concreta, Beltane correspondería a la floración y es el momento de fertilización - sin fertilización no hay frutos, ni nuevas semillas-, durante el Solsticio de Verano tendría lugar la fructificación, y en el tiempo de las cosechas (Lammas) los frutos estarían maduros para su recolección. En el Equinoccio de Otoño, una vez realizadas las cosechas, las semillas se han desprendido del fruto, que ha pasado el momento de su madurez, y junto a otros elementos vegetales, se ha convertido en un "resto" que se reincorpora a la tierra en forma de abono para las cosechas que seguirán. En este momento se incorporan también los procesos de almacenaje, conservación y reelaboración por los cuales el fruto no es consumido directamente, y tampoco es devuelto a la tierra, sino que se le da un tratamiento o - especialmente- una nueva forma que altera sus características iniciales y permite su introducción en la segunda mitad del ciclo anual.

Esta segunda mitad, el viaje al Inframundo, inicia después del aprovisionamiento efectuado en el Equinoccio de Otoño y tiene por finalidad el renacimiento, la perpetuación de la vida sobre la tierra. Todo lo que ha llegado vivo al Equinoccio de Otoño, o se ha sometido a un proceso de transformación, o se encuentra en un estado ulterior a la madurez, ajado, agotado, marchito, iniciando su prutrefacción.. Si se tratara aún de algo maduro, no sería necesario emprender el camino de la renovación.
En ocasiones se ha llamado al Día de Muertos, o Samhain " La tercera cosecha, cosecha de las almas", y tiene sentido cuando pensamos que, de lo que se trata la podredumbre es de separar esa la posibilidad de continuidad que constituye la semilla, de aquello que la envolvió, y de hacer pasar esta envoltura por un proceso que permita que la misma semilla pueda alimentarse de ello, germinar, y volver a la superficie para emprender el viaje "sobre tierra". En el momento de mayor oscuridad/mayor profundidad se da en el Solsticio de Invierno, para cuando llegamos a este punto, ya se ha cruzado el umbral de la muerte, y todo rastro de vejez debe quedar atrás.

Pero la semilla es sólo una posibilidad, que debe ser confirmada, y resta aún un largo y peligroso viaje hasta que pueda sentir los rayos de sol sobre sus hojas. Del mismo modo que la noche más larga del año remitía al temor de la posibilidad que el sol y la luz no regresaran, existe documentación acerca de las arduas luchas que se llevaban a cabo por las semillas en este periodo de tiempo. Estas luchas no se producen con armas comunes, a la vista de todos: Se llevan a cabo en el territorio del sueño, en los cielos nocturnos, o en el mismo Inframundo, contra otras brujas, contra el diablo mismo, con el fin de impedir que sean robadas, y asegurar una nueva cosecha sobre la tierra. Imbolg es, por tanto, el tiempo en que estas semillas germinan e inician su regreso a la superficie, superando pruebas más arduas que las que precisa el natural descenso al Inframundo.

Tradicionalmente el mes de febrero está consagrado a la purificación; Tras cruzar el umbral del nacimiento, que es al mismo tiempo un despertar, es necesario deshacerse de aquello que ha sido bajo tierra, o en el sueño, y que debe permanecer en los límites de dicho territorio, del mismo modo en que al cruzar el umbral de la muerte es necesario dejar atrás la carga acumulada, vieja e inservible, que no debe contaminar el viaje del espíritu por el mundo inferior.


Aquí un intento de esquema, que usé para aclararme antes de ponerme a escribir. Presenta -pretendía, al menos- las dos divisiones del ciclo anual; oscuro-luminoso en referencia al sol y bajo-sobre en referencia a la tierra. Clicando encima se ve más grande... aunque no más bonito. (Algún día tendré un escáner :P )

martes, 2 de febrero de 2010

Despedida al Inframundo

En unas horas estaremos celebrando Imbolg, en su vertiente más alegre, danzando en aquella capa de significado que nos remite al despertar del sueño del invierno, a los rayos solares que ganan territorio y anuncian el deshielo, el reverdecer de los campos y las nuevas camadas. Como si se nos hubiera revelado un embarazo reciente, susurramos cómplices, sabiendo lo largo ese viaje desde la profundidad del vientre, de la tierra, hasta la luz. Debatiéndonos entre el deseo y el temor - ¿ Será acaso demasiado pronto? -sentimos el embate de esa fuerza que nos lleva también a nosotros a resurgir, a sacudirnos la nieve, emerger de la cueva, o saltar del nido para emprender un primer trote o un primer vuelo bajo la caricia de la luz...

Pero al cruzar el umbral hacia la primavera, -si no somos de los que salen corriendo de la oscuridad, como si ésta no fuera más que una pesadilla - y volver la vista atrás, podemos ver aún la sombra que nos ha traído de nuevo al camino. Esa criatura, eco de la Muerte, surgida del imaginario del Inframundo que siempre nos lanza una última mirada, a modo de despedida. Y si a pesar del impulso hacia el exterior, hacia la luz, somos capaces de corresponder a esa mirada, con agradecimiento, comprenderemos hacia dónde debemos dirigirnos.

Quiero entrar a la muerte...

Quiero entrar a la muerte
con los ojos abiertos
abiertos los oídos
sin máscaras
sin miedo
sabiendo y no sabiendo
enfrentarme serena
a otras voces
a otros aires
a otros cauces
olvidar mis recuerdos
desprenderme
nacer de nuevo
intacta.

Claribel Alegría
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