domingo, 29 de marzo de 2009

El Gigante Muerto

Hace algunos meses tuve un extraño sueño en el que descendía una barca por un río atravesando un bosque. La barca se detenía al llegar a los pies de un conjunto ciclópeo, que tan pronto se veía como un conjunto excavado en la roca de un imponente acantilado, como una inmensa construcción de luminosa piedra blanca... de cualquier modo, la proporción era análoga a la medida de un saco de trigo contra todo un granero. Frente a mí, una puerta inmensa, y del otro lado, la oscuridad lo desconocido. Y aunque sabía que tenía que entrar, no podía imaginar cuándo podría salir, si es que alguna vez se daría la ocasión de salir de lo que se me figuraba un interminable laberinto...
Cruzando la puerta de una vez, encontraba a un gigante. -Y aunque el dato pueda parecer irrelevante, señalaré que se trataba del gigante que ha de ser familiar para aquellos que alguna vez leyeron "El Juego de Ender" , de Orson Scott Card-. A pesar de la diferencia de tamaño, el ser que era en el sueño , azuzado por la idea de que la huida no era opción, y se trataba en consecuencia de matar o morir, ataca aquella mole de carne con todas sus fuerzas. En ese momento desperté, agitada... tardé un tiempo en darme cuenta, ya despierta, de que, en realidad, el gigante ya estaba muerto cuando lo encontré.
En ocasiones, el primer obstáculo a enfrentar al iniciar una nueva etapa en nuestra vida, son nuestros propios logros pasados, o nuestro "último gran esfuerzo"; pues habiendo llegado a la posibilidad más alta que nuestro anterior nivel podía ofrecer, saltamos hasta lo más bajo del siguiente a conquistar. Nótese, no es lo mismo que caer.

Volvemos a empezar, y todo lo que nos está permitido llevar con nosotros, el único bien que puede conservar su valor, es la tenacidad necesaria para aprender nuevas reglas, adaptarnos y seguir adelante, seguir creciendo hasta que esos nuevos escalones que ahora nos parecen montañas adquieran proporciones más asequibles, con la idea de que algún día, por lejano que sea, lleguen a ser tan familiares como los de nuestra propia casa.

Podemos ver al Gigante como el último cúmulo de problemas, miedos, y otros asuntos que teníamos que resolver antes de empezar una nueva etapa. Que lo matáramos o muriera no es tan importante como darse cuenta de que ha dejado de ser una amenaza activa que nos impedía avanzar, y lo que ahora hay en su lugar es un cadáver que bloquea igualmente el camino.
Restos de algo que ya vencimos que no podemos llevar como un trofeo, y que tarde o temprano empezarán a descomponerse, así que, además de ser tan inútil como estúpido seguir peleando con un cadáver, no puede uno alimentarse de él, ni puede permanecer demasiado tiempo en su presencia, por el peligro de infección que supone.

Muchas personas pueden creer que lo que resulta difícil son los actos de valor, de fuerza, etc. sin pararse a pensar que son la consecuencia normal de todos los pensamientos y acciones que, de un modo coherente, los precedieron. Lo difícil es saber qué hacer, cómo comportarse, cuando el trabajo ya está hecho, y es el momento de localizar un nuevo objetivo.
Se puede suponer que, el quedarse "en blanco" en un momento tan crucial, el hecho de que ni siquiera nos hayamos hecho una idea de cuál sería el próximo paso a dar, es uno de los problemas que acarrea el ser criados a base de cuentos que terminan en un final tan feliz que, tras conseguir su objetivo, el "héroe" de la historia no hace nada, nunca más... algo que, en lo que a su individualidad heroica se refiere, no es un resultado demasiado diferente al que hubiera obtenido de haber muerto en el intento.

Lo único que vele la pena hacer, llegado ese momento, es seguir adelante. No volví a soñar en ese escenario, pero estoy ahora segura de que lo siguiente que hubiera visto, al bordear o saltar el cadáver del gigante, hubiera sido la continuación del río, una laguna, o cualquier variante que permitiera darse el baño apropiado a las circunstancias, para proseguir en las condiciones que la nueva aventura requiere.

Posiblemente estemos tan desnudos y desarmados como en el momento de nuestra llegada al mundo. Pero aprender a desnudarse es también una manera de deshacerse de cargas innecesarias y volver a lo esencial, receptivos a que todo cuanto nuestros sentidos, internos y externos, se convierta en un aprendizaje. De igual manera, las armas no sirven de nada, si no se sabe cómo emplearlas, y menos aún si no se tiene en cuenta la razón por la que se esgrimen, o si se ha olvidado que no son más que una extensión de la persona que las maneja.

Hay un gozo difícil de expresar cuando se deja ir ciertas cosas, algo parecido a cuando, después de mucho frotar, una vieja joya nos muestra su brillo original. Hay un gozo difícil de explicar cuando nos hemos consumido en llamas hasta encontrar ese centro irreductible que nos permite volver a crear, desde nuestras entrañas, el universo que habitaremos en los días venideros. Como si se tratara de un juego infantil, demasiado íntimo para ser compartido; no hace falta que otros lo entiendan. Otros verán los frutos de este trabajo, pero la génesis de un nuevo mundo, de aquello que ha de ser nuestra particular creación, será siempre un secreto o, más bien, un misterio para los demás.


miércoles, 25 de marzo de 2009

De las flores al ser único

Tal vez la edad, tal vez el verme eventualmente saturada por un exceso de intensidad y contraste, es lo que hace que, la cándida visión del revoloteo de las avecillas entre los arbustos en flor, lejos de parecerme una insustancial imagen de postal, constituya una suerte de remanso de calma, digno de agradecerse: una excusa para detenerme, respirar, y recordar aquello que debe ser recordado.

Paseaba cerca de un muro, sobre las aceras naturalmente alfombradas por las liláceas flores de Jacaranda, cuando advertí una flor algo más grande, de color similar, pero diferente forma, que después supe se llama Tumbergia azul. En un acto reflejo, me agaché para recogerla; luego con ella en la mano me pregunté cómo podía ser algo tan simple y, a la vez, tan hermoso... No sólo la flor, o su color pálido y sereno, sino el modo en cómo había llegado ahí, como si habiendo llegado el momento preciso ella sola se hubiera soltado del tallo, dejándose caer, y aterrizando ligera e intacta entre las otras flores, despreocupada de lo que sería su posterior deterioro.
Y mi propio acto reflejo, sin otros motivos que la curiosidad o la estética, sosteniéndola en la palma de mi mano y sin saber y sin preguntarme siquiera qué hacer después con ella, cuando el instante hubiera pasado, porque mi mente se inundó de evocaciones... y pensé, qué apropiada luciría en la cabellera de una joven, que se ensueña tendida en la hierba, en la orilla de un río, esperando con tanta ansiedad como deleite, a ese amante, ya conocido por sus carnes, o bien aún imaginario que habría de aparecer sorpresivamente y abrazarla por la cintura.
Había en esta visión algo de primitivo, desnudo de más ornamentos que aquella flor, igualmente simple y hermosa, que hizo que me preguntara - una vez más- si no es posible que día a día estemos caminando por el paraíso sin darnos cuenta, del mismo modo que las suelas de nuestros zapatos y el asfalto han separado las plantas de nuestros pies del tacto de la piel de la Tierra.

La cuestión es que la flor de la jacaranda, y la flor de la thumbergia, se asemejan en color, la una viniendo de un árbol, la otra de una trepadora,van a coincidir en un momento dado en el mismo espacio, pero cada una viene de una larga selección de adaptaciones al medio, que han demostrado ser igualmente válidas. Y así como existe la variedad en las flores, existe entre las personas y aunque nosotros, humanos, sí pertenezcamos a una misma especie, algo podemos aprender de ello.

Recordé el episodio de las flores al hablar con una persona cuyo reto en este momento consiste en descubrir no sólo cual es la estrategia de adaptación al medio que le corresponde, sino sobretodo el valor de esa forma propia que sólo ella puede encarnar. El poder de sus propios ritmos, aquellos únicos que pueden ligar el potencial que entraña la semilla vital que le fue dada en custodia por el hecho de existir, con el poder nutricio de los frutos que tarde o temprano deberá entregar al mundo.
El nacimiento es siempre el momento más difícil, aquel en el que todo está por confirmarse, aquel en el que la balanza no se inclina a nuestro favor. Pero luego aún hay que sobrevivir, cada día y cada hora, y más que eso, desarrollar las raíces que nos proporcionarán estabilidad y alimento, y crecer dirigiéndonos hacia la luz del sol, aún cuando el bosque nos rodee de imponentes sombras... al final la materia de la que estamos hechos volverá a la tierra, pero de nosotros depende si en el trayecto somos capaces de unir las fuerzas de lo subterráneo con las celestes en actos de creación propia, en frutos.

Hay espacios de competencia, y hay espacios de convivencia... Pero lo que importa, al fin y al cabo, es que mientras podamos decir que estamos vivos, nuestras estrategias han funcionado al menos en grado suficiente para darnos la oportunidad de ir más allá de las circunstancias interiores o exteriores en las que nos encontramos en nuestro presente. De nuestra propia adaptación al medio dependerá si nos afincamos en unos u otros. Debemos conocernos, debemos saber cuál es nuestra necesidad real, nuestra voluntad real, definir los objetivos, e ir por ellos. No importa cómo lo hagan otras flores, si no somos como ellas. Como somos, realmente, está más que bien, en nosotros está el camino para llegar dónde necesitamos, donde realmente queremos, donde está escrito que debemos llegar.

Por eso, de nada sirve intentar darle prisa a una flor para que extienda sus pétalos, ni gritarle o darle mimos para tratar de dirigir o persuadirla acerca del color que nos parece que va a serle más útil. Cada flor será del color que le corresponda por naturaleza, y se desarrollará según su propio ritmo; lleva en ella el conocimiento necesario para ser y permanecer en el mundo. Respetar la naturaleza, a veces, va más allá de no ensuciar los parques... y significa permitir que las personas sean lo que son, admirarse de sus formas únicas, dejar que se desarrollen como deciden hacerlo, no como creemos nosotros, desde fuera, creemos que "deberían". Porque el deber real, el que prioriza sobre cualquier otro, es el de cada cuál consigo mismo.

sábado, 21 de marzo de 2009

Equinoccio de Primavera

Subo a la terraza, es de noche... un avión cruza el cielo y recuerdo aquella sensación de cabalgar en el reino de las nubes, y me pregunto cómo es posible que hayan sucedido tantos cambios en menos de un año.

Extraña primavera, ésta, en la que se cruzan los caminos de ida y regreso; en la que el caos se arremolina y me envuelve con toda su fuerza, mientras el suelo tiembla bajo mis pies, y mi alma vaga en un sueño consciente, entre montañas de recuerdos. Sabiendo que no puede ceder a la tentación de permanecer en aquellos más agradables, que nos acunan como niños, sabiendo que no puede apoyarse en aquellos más duros que son reflejo de pasadas conquistas... Sabiendo que el único que importa, el que hay que buscar, es aquel fragmento -aparentemente insignificante- capaz de dar orden y sentido a todo, capaz de volver a crear un mundo que se extinguió en llamas.

Tal vez al salir de la cueva nos deslumbre el sol, hiriendo nuestros ojos; pero hay que seguir adelante. Aún desnudos, aún encadenados, aquello que habita en nuestro interior resiste, brilla, con luz propia, golpea con fuerza nuestro pecho recordándonos que seguimos vivos, y se ríe en complicidad con las danzas de hojas y aguas; con el silencio de las piedras. Aún envuelto en sogas, ríe, pues el espíritu, como el mar o el viento, no puede ser apresado, ni herido.

Busqué un video de Fantasía 2000, sobre "El Pájaro de Fuego", de Stravinsky. [No quiero pensar en lo que a éste le parecería, dado que el argumento de "El Pájaro de Fuego", basado en un hermoso cuento del folklore ruso, que, al igual que la misma "Consagración de la Primavera", poco tiene que ver con la interpretación que le diera Disney).] No encontré lo que esperaba ver, y, sin embargo, resultó una excelente metáfora respecto al momento presente, o lo que puede suceder cuando nuestros ciclos personales se desincronizan, al menos aparentemente, de los naturales...

Después del largo invierno, las fuerzas de la primavera despiertan del sueño en el centro de la tierra, y salen a fertilizar el mundo. Pero en ocasiones, en su alocada carrera, en su ciego ímpetu, despiertan a su paso otras criaturas o fuerzas, de signo contrario, que debieran permanecer inactivas. Y se produce el desastre. Como un incendio que arrasa los bosques en su momento de mayor esplendor, reduciéndolos a un lecho de ceniza gris. De vez en cuando pasa, a veces, si hay la suficiente paciencia, si no siguen terribles lluvias, la ceniza es fértil a su vez , y todo vuelve a empezar, mientras el espíritu no se separa de las fuerzas de la Vida, mientras recuerde que, aquello que vive, jamás se rinde.



martes, 17 de marzo de 2009

Actualizaciones Tardías y Grupos MSN

Como todos deben saber ya - aquí mi cara colorada como un tomate de la vergüenza-, el servicio de MSN Groups se suspendió a finales del pasado mes de Febrero.

MSN dió la opción de migrar el contenido de los foros que alojaba al sistema Multiply. Este sistema , entre otras cosas, sustituía los grupos por blogs en los que los diferentes foros pasaban a convertirse en etiquetas, y convertía los textos en ilegibles al plagarlos de caracteres gráficos.

Gracias a Alfonso Orozco y la labor del equipo Arjuna (Rojo Intenso), dos de los grupos que constaban en mi lista de enlaces, fueron trasladados a sistemas de foros, que siguen siendo foros :) A saber; Blue Moonlight y Sendero Celta, que cambió el nombre a Sendero Pagano. Los links en la lista de enlaces ya están actualizados.

Ahora sólo falto yo...

viernes, 13 de marzo de 2009

Aprendemos tarde, pero aprendemos

Según cuenta Plutarco en sus "Vidas paralelas", un patricio romano llamado Publio Clodio Pulcro, dueño de una gran fortuna y dotado con el don de la elocuencia, estaba enamorado de Pompeya, la mujer de Julio César. (...) En cierta oportunidad, durante la fiesta de la Buena Diosa -celebración a la que sólo podían asistir las mujeres- el patricio entró en la casa de César disfrazado de ejecutante de lira, pero fue descubierto, apresado, juzgado y condenado por la doble acusación de engaño y sacrilegio. Como consecuencia de este hecho, César reprobó a Pompeya, a pesar de estar seguro de que ella no había cometido ningún hecho indecoroso y que no le había sido infiel, pero afirmando que no le agradaba el hecho de que su mujer fuera sospechada de infidelidad, porque no basta que la mujer del César sea honesta; también tiene que parecerlo. La expresión, con el tiempo, comenzó a aplicarse en todo caso en el que alguien es sospechado de haber cometido alguna ilicitud, aún cuando no hubiera dudas respecto de su inocencia, en la forma "No basta que la mujer del César sea honesta; también tiene que parecerlo".
Fuente: Wikiquote
Escribo estas líneas tras una ración doble de "cruda realidad". No estoy segura de que las lecciones más importantes se nos racionan cuando nos encontramos en el fondo de un pozo, porque es el alimento que corresponde a la situación.
A veces caemos en él de golpe, después de tropezar por tontos o descuidados, o bien después de que nos empujen, que también sucede. Otras, el proceso es más largo, uno transita alegremente su camino y, como en una pesadilla, las sombras se extienden lentas. Sin habernos dado cuenta, derrepente ya ha oscurecido tétricamente, y vemos árboles cenizos y desnudos, con ramas como garras que tratan de arañar un cielo cubierto de nubes... pero del camino, ni rastro. Está la opción de gritar, pero nunca podemos estar seguros de si llegarán antes los refuerzos, o los predadores.

Sientáte un rato a pensar, y no te aprisiones más encallándote en cuestiones del tipo ¿Porqué a mí?, ¿Porqué ahora? ... Podemos creer en la idea de Justicia; pero no podemos pretender que el mundo sea justo, al menos no en la escala personal y directa que usualmente se le da al término.
Basta plantearse, por un momento, cuestiones cómo la de la explotación infantil; Una parte considerable de la humanidad es consciente de que no se debería permitir, pero incluso cuando se prohibe "en papel" sigue funcionando en la realidad.

A veces es saludable evitar ser receptores de demasiada información de "actualidad", en la medida en la que pueden influir demasiado en el modo en cómo construimos nuestra percepción del mundo. Otras veces, es uno de los modos de contrastar esta percepción nuestra de la realidad con las del resto de la población con la que tenemos que convivir.
En las últimas semanas, leyendo las notas de algunos periódicos, me he encontrado con actitudes completamente irracionales respecto a la justicia. Aquí y allá, una muestra tras otra de que tan horrible es brutalidad del hombre supuestamente civilizado, que usa la "razón" para encontrar justificaciones a cualquier cosa, como la de aquellos que pretenden moverse por la necesidad del instinto, pero en realidad confunden éste con cualquier tipo de condicionamentos domésticos, sólo por tratarse de respuestas automáticas. Muchas de estas personas pensarán y hablarán acerca de "ideales", que a la hora de la verdad no serán capaces de cumplir. Otras, ni se lo plantearán. Creo que prefiero a las segundas.

Es tan importante hoy como lo fue en el albor de los tiempos, para cualquier ser vivo, conocer el terreno en el que uno debe conseguir sustento, cobijo, y una gran parte del resto de sus necesidades básicas. Esto incluye también conocer el modo en que viven el resto de habitantes, los que se parecen a nosotros, y los que no.
En cualquier comunidad humana, siempre hay unas reglas que no tienen porqué coincidir con las que se escriben. Siempre, bajo una atmósfera de nubes ideales, el método real de funcionamiento prosigue incansable su tarea, sin que se le preste demasiada atención. Nos guste o no lo que veamos, no podemos evadirnos eternamente. No podemos, tampoco, pretender cambiar nuestro entorno, a menos que nos demos cuenta de que todo aquello cuanto tenemos a nuestro cargo, somos nosotros mismos.

Y sí, hay situaciones que no son "personalmente justas", como verse acosado por falsas acusaciones, que en las condiciones adecuadas llegaran a calar en nuestro entorno, y tras mil repeticiones, parecerán tan reales que uno llegará a plantearse si, al fin y al cabo, no es esa la realidad, si no se habrá enajenado sin darse cuenta. En no pocas ocasiones, este tipo de presiones tienen como resultado las autoinculpaciones, por parte de los inocentes.
Otra variante es cuando se acusa a alguien de algo que, en sí, no es reprobable... como si derrepente se llegara al acuerdo tácito de que comer chocolate, sola y exclusivamente en el caso particular del acusado, es un crimen peor que abrirle la cabeza a alguien con un hacha. ¿Qué tiene que decir el acusado? ¿Que se arrepiente de haber comido chocolate? ¿Qué pasa con cualquier otro que coma chocolate? ¿Qué pasa con el abrecabezas?

¿Dónde esta la Justicia?
... Tratando de ocuparse de asuntos más importantes que tu particular desgracia. La justicia al nivel que se necesita, no cae del cielo, es obra humana... va escasa, y seguro hay gente más necesitada de ella que tu.
¿Dónde está la cordura?
... Siempre, en lo más básico.
Por ejemplo; Tal vez cuando varias personas que no tienen porque ser malintencionadas señalan que algo va mal, el problema no está precisamente en comer chocolate. Contrasta percepciones, ten en cuenta sus posibles prejuicios, y ten en cuenta también los que puedas tener tu.
Otro ejemplo; Si no consigues sobrevivir, no vas a poder hacer mucho más.

El humor es lo último que debería perderse, no la esperanza. A menudo cuando la hoguera de la esperanza se apaga ahogada por lágrimas y lamentos, las malignas divagaciones y ocurrencias de un humor negrísimo, aportan una perspectiva no contemplada antes, quitan importancia a los demonios que nos apresan, despersonalizan el tema cómo si no fuéramos nosotros los que estamos entre sus garras, y dan sin pretenderlo con la manera de encenderla de nuevo, ver el camino y liberarnos de una vez.

Falta justicia en el mundo, y a menudo, faltan tantos instintos como razones dignos de ese nombre. Pero hay también espacios más seguros que otros, y si no nos hemos equivocado demasiado en nuestras elecciones, también hay en quien se puede confiar. Y, sobretodo, está uno mismo.

Volvemos al escenario de pesadilla, al bosque oscuro, al fondo del pozo en el que nos encontramos, tal vez no como castigo, sino como oportunidad para "reflexionar"... recordando cuando uno solito se metía en el armario para hacerlo. Se enciende la hoguera, los peores de los demonios se van, el camino se divisa de nuevo... ¿y ahora que? Espera un largo camino hasta casa, y las oportunidades no son infinitas, porque nuestro tiempo no lo es. ¿Cómo nos aseguramos de no extraviarnos de nuevo?
Hay una manera de llamar a nuestra parte custodia -la que guarda aquello de valor que hay en nosotros, cuando nosotros mismos lo ponemos en peligro- sin atraer la atención de los depredadores, que consiste en tener claro lo que se quiere, aquello a lo que elegimos enlazarnos, soltar lo que sea que carguemos y avanzar siguiendo ese hilo, sin temor.

Otros tienen otros métodos. Ese es el mío.

Cuando era mucho más joven, mis amigas me dejaban en custodia sus cajetillas de tabaco para que sus padres no las descubrieran. A mi ni siquiera me preocupaba tenerlas , porque, de hecho, no fumaba y no tenía porqué mentir, ni inventar excusas. Pero en casa pensaron que, lo lógico, era que sí lo hiciera. El asunto me enojaba sobremanera y, al final, la conclusión es que si te van a bronquear por algo que NO haces, tu no vas a perder demasiado haciéndolo. Y empecé a fumar, lo que no era precisamente nada bueno para mí. Hay advertencias que logran lo contrario de lo que pretenden, pero no deja de ser también el resultado de una conclusión de adolescente, más alejada del concepto de la responsabilidad por uno mismo de lo que se espera de alguien emancipado. Ya somos mayores para saber lo que queremos o no en nuestras vidas, y nuestras elecciones en consecuencia sí son algo que depende exclusivamente de nosotros.

Cada uno es completo, separado e independiente.


No puedo permitir que mi sangre se envenene, ni que se tiña del mismo temor, desconfianza o inseguridad que provoca que otros nos ataquen sin razones... uno no puede permitirse el lujo de convertirse en lo mismo que ha identificado como mal, porque ahí entierra su futuro.

Sé lo que quiero. Y sé que he estado esperando una respuesta que nadie podía darme. Y ya la tengo. En el fondo de escritorio, hay una imagen de Inanna. desde hace semanas. En mi mente, en un momento, como un rayo, recuerdo el descenso al Inframundo, y cómo la diosa es despojada de todas sus pertenencias, luego de su propio cuerpo, como es golpeada, humillada y castigada por su hermana Ereshkigal. Tchod. No se trata de un castigo, sino de una liberación; Inanna recuperó cada una de sus pertenencias al volver a la tierra, junto con algo mucho más valioso.

Falta una semana para el Equinoccio de Primavera. Y debo dar las gracias.

martes, 10 de marzo de 2009

De redes y anfibios

"Ya no ves a nadie. No sales de casa... Todo el día frente a la pantalla". Como viejas voces ficticiamente enterradas que resurgen al levantar accidentalmente una piedra con un pie, las palabras antaño tan familiares revuelan un instante ante nosotros, para alejarse después... -Lo cierto es que se encuentra de todo paseando por los lugares abandonados de la mente-.
Es paradójico cuando me sorprendo regañándome a mí misma; "Ya no te conectas al messenger. No escribes mails... Tienes el blog abandonado", y eso a pesar de tener la enorme suerte de que, las personas que me importan, están libres del peso de las recriminaciones absurdas que otros gustan de atesorar.

Las personas que me importan - tanto aquellas que conozco, como aquellas que un día conoceré - saben que nunca estaré realmente desconectada, si necesitan de mí. Saben, como yo sé, que más allá de esta reciente maravilla que conocemos como internet, hay otro tipo de redes, que siempre han existido, que tienen sus propios mecanismos y formas de funcionamiento, un tipo de conexiones que, a cambio de su "alternatividad" rudimentaria, nos ahorran el peligro de averías o saboteos.

En un FlashBack de 10, 15 o incluso algunos años más, puedo recordar exactamente qué sentía al buscar alguna estrella en el embrutecido cielo de la ciudad, tras el cristal empañado, en cualquier noche de invierno. O bien espiando el horizonte en el que el sol se hundía entre los suaves montes, coronados de aromáticas coníferas. Tratando de imaginar cuántos caminos posibles surcaban la tierra, cuántos caminos, invisibles como las rutas de las aves, cruzaban los cielos. Una mirada que era al mismo tiempo una llamada y una respuesta, prolongadas en el silencio, cuando los deseos de mi alma se envolvían suavemente con los tintes de lo inconfesable.

Aún desde aquella infantil soledad, guardándome de la desesperación, podía sentir el calor de otros compañeros, que debian estar esparcidos por el mundo, cumpliendo sus individuales destinos, soñando bajo el mismo cielo, trazando huellas sobre la misma tierra.
A veces la voz más cercana a nuestro verdadero ser es la que intuimos tras los renglones de un libro que alguien escribió muchos años antes de nuestro nacimiento. Así como se pueden trazar puentes y escaleras de palabras o imágenes que burlen no sólo la distancia sino el tiempo mismo; existen vínculos que se crean y mantienen sin a penas necesidad de pensarlos, con cada respiración, con cada uno de nuestros latidos.

En los últimos meses de mi existencia han sucedido muchas cosas - porque lo cierto es que "las cosas", tan empecinadas ellas, no cesan de suceder :P -. La mayoría de ellas se han querido acontecer en ese otro mundo que se extiende fuera del ámbito familiar, y fuera del medio más frecuentado, el de internet. Por un lado, una se encuentra como si redescubriera en plena mudanza un tesoro olvidado en el fondo de un cajón; por otro, había cosas que no recordaba cómo eran o funcionaban, y otras que, sinceramente, me encontraba por vez primera -algunas después de haber tratado de esquivarlas más años de los que debería estar permitido-.

Mucho que aprender, y aún más por digerir antes de poder retornar algo de valor a aquellos que consideran que pasar por Perroaullador y detenerse a leer no es una pérdida de tiempo ( o al menos no una completa pérdida de tiempo). Nunca antes me había sentido tan rejuvenecida, o nunca antes me había tocado retroceder, ya no a la casilla de una época o vivencia anterior, sino a aquella misma de la salida. Más o menos el paralelo es salir de casa con la idea de ir a un albergue a donar ropa y darse cuenta, al llegar, que nos hemos quedado desnudos... pero sin recordar el cómo (Recuerden niños: Nunca hay que infravalorar el humor divino).

La suerte es no espantarse de la propia desnudez, la suerte es sentirse tan cómodo con ella como cuando a penas levantábamos medio metro del suelo y nos dejaban corretear con los perros por el campo. La suerte es darse cuenta de que, aunque haya dos mundos llenos de cosas por descubrir, en los que podemos sembrar y recoger nuestra cosecha, en los que deberemos defender aquellas cosas que respetamos... las personas reales siempre son únicas, y los lazos que las pueden llegar a unir, trascienden con ellas la aparente dualidad, y el espacio, y el tiempo.

Así que... aunque me encantaría ser hiperproductiva, no es el momento. Tampoco se trata de un abandono; conociéndome, en cualquier momento se anima esto. Intentaré mientras tanto, aunque no sé si estará a mi alcance, que los posts no sean demasiado soporíferos...

Agradezco, una vez más, que todos sigaís no "aquí", sino "conmigo".