jueves, 12 de junio de 2008

El canto en el estanque

De vez en cuando, una prepara maletas, ordena cosas, y le salen al encuentro líneas escritas hace muchos años, que de un modo u otro, por milagro de una selección natural paralela a la biológica, se resisten a desaparecer. Y aunque no sea la intención, que no lo es, de repente es uno arqueólogo de su propia historia vital, y se encuentra en el umbral de salas que han permanecido cerradas, desde que la conciencia salió de allí, y reencuentra pequeños tesoros olvidados.

Entre los apuntes de hace 10 años encontré un texto de Gianni Rodari, que supongo que la profesora M.V. nos quiso regalar como introducción al curso de literatura catalana. El texto que sigue, es un extracto de su obra "Gramática De La Fantasía" (disponible completa siguiendo el enlace).

Literatura, claro. Otra vez, cómo no... Y, sin embargo cuando pienso en el canto en el estanque, lo primero que me viene a la mente es la imagen del verso de la Rede ; "Allí dónde las ondas de las aguas van, tira una piedra y la verdad conocerás" (... o cualquiera de sus variantes).

***

El canto en el estanque

"Si tiramos una piedra, un guijarro, un «canto», en un estanque, produciremos una serie de ondas concéntricas en su superficie que, alargándose, irán afectando los diferentes obstáculos que se encuentren a su paso: una hierba que flota, un barquito de papel, la boya del sedal de un pescador... Objetos que existían, cada uno por su lado, que estaban tranquilos y aislados, pero que ahora se ven unidos por un efecto de oscilación que afecta a todos ellos. Un efecto que, de alguna manera, los ha puesto en contacto, los ha emparentado.

Otros movimientos invisibles se propagan hacia la profundidad, en todas direcciones, mientras que el canto o guijarro continúa descendiendo, apartando algas, asustando peces, siempre causando nuevas agitaciones moleculares. Cuando finalmente toca fondo, remueve el limo, golpea objetos caídos anteriormente y que reposaban olvidados, altera la arenilla tapando alguno de esos objetos y descubriendo otro. Innumerables eventos o microeventos se suceden en un brevísimo espacio de tiempo. Incluso si tuviéramos suficiente voluntad y tiempo, es posible que no fuéramos capaces de registrarlos todos.

De forma no muy diferente, una palabra dicha impensadamente, lanzada en la mente de quien nos escucha, produce ondas de superficie y de profundidad, provoca una serie infinita de reacciones en cadena, involucrando en su caída sonidos e imágenes, analogías y recuerdos, significados y sueños, en un movimiento que afecta a la experiencia y a la memoria, a la fantasía y al inconsciente, y que se complica por el hecho que la misma mente no asiste impasiva a la representación. Por el contrario interviene continuamente, para aceptar o rechazar, emparejar o censurar, construir o destruir.
(...)

lunes, 9 de junio de 2008

Los vencejos

Mis tíos solían recoger cuanto animal encontraban por la calle, herido o abandonado. Así pasaron por la misma casa perros, gatos y aves. Algunos se quedaron allí hasta sus últimos días, y se convirtiéndose en compañeros de grandes momentos; otros encontraron otras familias que los adoptaran, y un pequeño grupo volvió a su libertad salvaje.

Un día trajeron un ave especial, no era un gorrión caído del nido antes de tiempo, ni un canario malherido, sino algo oscuro que parecía una golondrina, pero no era. Traía las alas llenas de alquitrán, y estuvo unos días para limpiarlo y recuperase. Aunque no recuerdo cómo me dijeron que se llamaba, sí conservo el recuerdo del día que fue liberado, en lo alto de una colina entonces agreste y roja, hoy desaparecida por el avance de la ciudad. Otras aves iguales volaban en círculos a nuestro alrededor, gritando y gritando, y yo pensé que lo llamaban, que lo estaban esperando antes de emigrar al sur. Me pareció que él respondía esa llamada, antes de emprender el vuelo desde la mano que le servía de apoyo, elevada al cielo.

Muchos años después sé que se trataba de un vencejo. Y que, aunque la mayoría de las aves vuelan, el vencejo vive en el aire. Viaja en el aire, caza en el aire, duerme en el aire, lucha en el aire, se aparea en el aire. Sólo se posa para incubar sus huevos. Los vencejos regresan a anidar al mismo lugar cada año, y son monógamos. Reencuentran cada vez a la misma pareja de la que han estado separados 8 meses, puesto que no viajan juntos en las migraciones y tampoco conviven durante ese tiempo; sin embargo, tras un viaje de 7.000 kilometros, se reconocen por la voz, en la oscuridad del nido recuperado.

A los vencejos nadie los enseña a volar, su instinto les empuja a esa vida aérea, al punto que sus patas están en cierto modo algo atrofiadas. Tal vez por eso, cuando un vencejo cae al suelo, se dice que no puede emprender el vuelo por sí mismo; pero si un vencejo está en el suelo es porque se dañó, o más frecuentemente porque "calculó mal" y se vio metido en un lugar del que no podía salir..

Todo lo que hay que hacer en la mayoría de casos es darle algo de agua, ponerlo sobre la mano y levantarla hacia el cielo. Entonces emprende el vuelo hacia el lugar donde debe estar, el único en el que puede vivir. Pero aún habrá quien quiera llevarse el bonito vencejo con mala suerte a casa, quien quiera retenerlo, no hasta que se recupere, sino por siempre, robarle el vuelo y apropiarse de su vida.

Hay personas que son como esos vencejos. Calculan mal, o son heridas, y acaban en un lugar en el que no pueden vivir. Entonces pueden morir por sus heridas o por quedar presos; o bien recibir los cuidados oportunos para recuperarse y regresar al lugar donde deben estar.

Es bueno que los cuidadores de vencejos aprendan a "dejar ir"; pero es más importante que los vencejos no olviden que su vida depende de que retomen el vuelo.

viernes, 6 de junio de 2008

Entender el Hinduismo

Fragmento de Entender el hinduismo, introducción a "La India por dentro. Una guía cultural para el viajero". Editado por J.J. Olañeta e Indica Books- 2006 (Pulsar enlace para leer artículo completo, desde donde se puede encargar también el libro y conocer la editorial).

(...) Hindú, hinduismo (así como India) no son palabras indias. Son palabras persas provenientes de "Sindhu", el nombre del río Indo. Los indios llaman a su religión "sanátana dharma", lo que se podría traducir aproximadamente por "ley eterna", la naturaleza perenne del hombre y el universo. En tanto que "naturaleza", abarca (o abarcaba antiguamente) todos los aspectos de la vida, todas las actividades del hombre, intentando encauzarlas poco a poco hacia el conocimiento espiritual, considerado como el fin último del hombre.

El hinduismo no es una religión en el sentido semítico del término. No tiene fundador, no tiene iglesia ni autoridad central, no tiene un libro único, ni siquiera tiene dogmas ni unidad de creencias o prácticas. En la India moderna, cuando se quiere hablar de "religión" en el sentido occidental del término, se usa a menudo la palabra urdu de origen árabe "mazhab". Pues "dharma" no es una serie de creencias y reglas impuestas desde el exterior, sino la naturaleza profunda del hombre y las cosas. El dharma del fuego es quemar, el dharma del viento es soplar, el dharma del hombre es la humanidad. El sanátana dharma consiste así en la conducta y el camino para poner al hombre en armonía con su naturaleza profunda, con su ser interior, de los que su naturaleza superficial le aliena. Por eso, muchas veces se dice en la India: "el hinduismo no es una religión, es una forma de vida". Según la escritora Rudrani Fakir [1]: " 'Religión' es una terrible palabra, que en el mundo occidental ha divorciado a mucha gente de su propia religiosidad, al especializarse para designar los grandes sistemas religiosos y su maquinaria. La 'religión' india es el mucho más amplio dharma, el orden cósmico, natural y social que penetra hasta la más pequeña partícula de una totalidad armónica, incluyendo lo 'profano'." Según el estudioso español Raimon Panikkar, el hinduismo es antes una ortopraxis, una acción correcta, que una ortodoxia, una creencia correcta.

En palabras de Durga Das Basu [2]: "Si alguna religión del mundo ha sido muy mal comprendida, ésa es el hinduismo: no porque sea inexplicable, no porque sea irracional o ilógica, sino porque es tan inmensa. No prescribe ningún conjunto de dogmas o fórmulas para el ascenso espiritual, sino que ofrece un código de principios universales con múltiples deducciones a las que se ha llegado desde diferentes puntos de vista. Es como un enorme árbol baniano con miles de ramas y tallos, de manera que hay que recordar a incluso sus seguidores que una rama o tallo concretos no son el árbol."(...)
Notas:
[1] Rudrani Fakir: The Goddess and the Slave. The Fakir, tlw Mother and Maldevelopment. Indica Books, Varanasi, 2006.
[2] Durga Das Basu: The Essence of Hinduism, Orient Longman.